XXI DOMINGODEL TIEMPO ORDINARIO- CICLO A –
27 de Agosto de 2023
Evangelio: Mt 16, 21-28
Al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos: «¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?». Ellos contestaron: «Unos que Juan el Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o uno de los profetas». Él les preguntó: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?». Simón Pedro tomó la palabra y dijo: «Tú eres el Mesías, el Hijo del Dios vivo». Jesús le respondió: «¡Bienaventurado tú, Simón, hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Ahora yo te digo: tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará. Te daré las llaves del reino de los cielos; lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos». Y les mandó a los discípulos que no dijesen a nadie que él era el Mesías.
COMENTARIO A LA PALABRA
El pasaje de la confesión de fe de Pedro que hoy hemos leído en el Evangelio de S. Mateo nos sitúa en un punto muy importante de la vida pública de Jesús. Los discípulos y la muchedumbre que le sigue han sido testigos de su predicación y numerosos milagros. Ahora llega el momento de responder a su pregunta: “¿Quién dice la gente que es el Hijo del Hombre?”. Los discípulos estaban en una situación más propicia para poder escuchar los comentarios de la gente sobre Jesús.
Pero ese es sólo el principio de la conversación. La pregunta crucial es la que llega después: “Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?”. Pedro se erige en portavoz de todos, y le reconoce no solo como el Mesías prometido en el Antiguo Testamento, sino que llega a reconocer su Divinidad, le declara “Hijo del Dios vivo”. Es este el paso adelante en la fe que hizo cristianos a los judíos de la primitiva comunidad: reconocer la divinidad de Jesús.
¿Cuál sería mi respuesta si Jesús me preguntara hoy: Quién dices que soy yo? La felicitación de Jesús a Pedro (¡Bienaventurado!) puede llegar también a nosotros, si le reconocemos como el Hijo de Dios, el verdadero Señor de nuestra vida. Esto es algo que con las solas fuerzas humanas es imposible. Debemos recibirlo como un don, una revelación del Padre. San Pablo lo dirá también en su carta a los Corintios: “Nadie puede decir “Jesús es Señor”, si no es bajo la acción del Espíritu Santo” (1Co 12, 3). Este Espíritu es el que hemos recibido en nuestro Bautismo, y nos ha hecho hijos de la Iglesia, miembros del Cuerpo de Cristo.
En el Evangelio de San Mateo, la única vez que aparece la palabra “Iglesia” es en el texto que hoy hemos escuchado: “Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará”. No se trata sólo de la misión de Pedro como roca, sino de la voluntad divina y de Cristo de constituir un Pueblo nuevo, una Iglesia instrumento para la realización del Reino de Dios. Esta Iglesia contará con la presencia de Cristo en ella hasta el final de los tiempos. Pedro contará con unas facultades muy superiores a la capacidad de cualquier hombre y de cualquier sociedad: perdonar, regir, enseñar también con infalibilidad si conviene, aglutinar en la unidad a los elegidos. Este texto es el que fundamenta la misión del Papa, sucesor de Pedro, como Vicario de Cristo y vínculo de unidad de la Iglesia, al que todos estamos llamados a obedecer y orar por él.
MEDITACIÓN
«El Señor hizo de Simón, al que dio el nombre de Pedro, y solamente de él, la piedra de su Iglesia. Le entregó las llaves de ella; lo instituyó pastor de todo el rebaño (cf. Jn 21, 15-17). (…). Este oficio pastoral de Pedro y de los demás Apóstoles pertenece a los cimientos de la Iglesia. Se continúa por los obispos bajo el primado del Papa.
El Sumo Pontífice, obispo de Roma y sucesor de san Pedro, «es el principio y fundamento perpetuo y visible de unidad, tanto de los obispos como de la muchedumbre de los fieles»»
(Lumen Gentium 23 (Catecismo de la Iglesia Católica, nn 881 – 882)
ORACIÓN
“Acuérdate, Señor, de tu Iglesia, extendida por toda la tierra, y con el Papa Francisco, nuestro obispo Manuel, y todos los pastores que cuidan de tu pueblo, llévala a la perfección por la caridad” (Plegaria Eucarística II)
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