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«Basta que tengas fe»

Compartiendo la Palabra

XIII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

– CICLO B –

30 de Junio de 2024

 

EVANGELIO: Marcos 5, 21 – 43

Jesús atravesó a la otra orilla, se le reunió mucha gente a su alrededor, y se quedó junto al lago. Se acercó un jefe de la sinagoga, que se llamaba Jairo, y al verlo se echó a sus pies, rogándole con insistencia: –Mi niña está en las últimas; ven, pon las manos sobre ella, para que se cure y viva. Jesús se fue con él, acompañado de mucha gente que lo apretujaba.

Había una mujer que padecía flujos de sangre desde hacía doce años. Muchos médicos la habían sometido a toda clase de tratamientos y se había gastado en eso toda su fortuna; pero en vez de mejorar, se había puesto peor. Oyó hablar de Jesús y, acercándose por detrás, entre la gente, le tocó el manto, pensando que con solo tocarle el vestido, curaría. Inmediatamente se secó la fuente de sus hemorragias y notó que su cuerpo estaba curado (…)

Llegaron de casa del jefe de la sinagoga para decirle: –Tu hija se ha muerto. ¿Para qué molestar más al maestro? Jesús alcanzó a oír lo que hablaban y le dijo al jefe de la sinagoga: –No temas; basta que tengas fe.

Llegaron a casa del jefe de la sinagoga y encontró el alboroto de los que lloraban y se lamentaban a gritos. Entro y les dijo: – ¿Qué estrépito y qué lloros son estos? La niña no está muerta, está dormida. Se reían de él. Pero él los echó fuera a todos, y con el padre y la madre de la niña y sus acompañantes entró donde estaba la niña, la cogió de la mano y le dijo: –Talitha qumi (que significa: contigo hablo, niña, levántate). La niña se puso en pie inmediatamente y echó a andar –tenía doce años–. Y se quedaron viendo visiones.

 

COMENTARIO A LA PALABRA

El evangelio de este domingo nos presenta un relato de dos curaciones que Jesús realiza durante su vida pública, delante de una gran multitud de gente.

En la liturgia de hoy se resalta la fe. Nos recuerda que la fe es algo esencial en la vida del creyente: sin la fe en Jesucristo no podemos conocer la salvación de  Dios.

Se acerca a Jesús un jefe de la sinagoga llamado Jairo, se echa a sus pies rogándole por la curación de su hija diciendo: “mi niña está en las últimas; ven, impón las manos sobre ella, para que se cure y viva” (Mc 5,23).

Jesús, sale al encuentro de la niña sin prisa; quiere enseñarnos que tenemos que tener confianza en Él. Mientras va de camino es tocado por una mujer que sufría flujo de sangre desde hacía doce años. Dice el evangelio, que la mujer había gastado toda su fortuna y en vez de mejorar se había puesto peor. La mujer sabía quién era Jesús; “le tocó el manto, pensando: Con solo tocarle el manto curaré” (Mc 5, 27). Por su gran fe fue curada de su enfermedad, recobra la salud y vuelve a la vida. Es introducida nuevamente a la comunidad, de donde había sido rechazada; pues era considerada, a causa de su enfermedad, una persona impura.

Jesús es la resurrección y la vida, por esto tiene el poder de devolver la vida a una niña de doce años, resucitándola, y tiene el poder de dar la vida a una mujer, que la había perdido desde hacía doce años. Jesús es el único que se acerca a nosotros con misericordia, nos mira el corazón, nos llama  hijos y cura nuestras enfermedades, pero nos pide que tengamos fe en Él. Sin fe no hay sanación.

Nosotros, que hemos conocido la bondad y la misericordia de Dios, acerquémonos a Él con nuestros pecados, nuestras dolencias, nuestras heridas y supliquémosle la sanación. Él se compadece de nosotros y no nos abandona, porque su misericordia es eterna.

 

MEDITACIÓN

“Para nosotros estos dos relatos de curación son una invitación a superar una visión puramente horizontal y materialista de la vida. A Dios le pedimos muchas curaciones de problemas, de necesidades concretas, y está bien hacerlo, pero lo que debemos pedir con insistencia es una fe cada vez más sólida, para que el Señor renueve nuestra vida, y una firme confianza en su amor, en su providencia que no nos abandona”. (Benedicto XVI, Papa)

 

ORACIÓN

“Dad gracias al Señor, porque es bueno porque es eterna su misericordia” (Sal 117)

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