DOMINGO DE RAMOS EN LA PASIÓN DEL SEÑOR – CICLO A
2 de abril de 2023
EVANGELIO: Mt 27, 11-54
“Jesús fue llevado ante el gobernador, y el gobernador le preguntó: «¿Eres tú el rey de los judíos?». Jesús respondió: «Tú lo dices». Y mientras lo acusaban los sumos sacerdotes y los ancianos no contestaba nada(…)
Por la fiesta, el gobernador solía liberar un preso, el que la gente quisiera. Tenía entonces un preso famoso, llamado Barrabás. Cuando la gente acudió, dijo Pilato: «¿A quién queréis que os suelte, a Barrabás o a Jesús, a quien llaman el Mesías?». Pues sabía que se lo habían entregado por envidia crucificado». Pilato insistió: «Pues, ¿qué mal ha hecho?». Pero ellos gritaban más fuerte: «¡Sea crucificado!»(…) Desde la hora sexta hasta la hora nona vinieron tinieblas sobre toda la tierra. A la hora nona, Jesús gritó con voz potente: ¿Elí, Elí, lemá sabaqtaní.? (es decir: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?»)(…)
El centurión y sus hombres, que custodiaban a Jesús, al ver el terremoto y lo que pasaba, dijeron aterrorizados: «Verdaderamente este era Hijo de Dios».
COMENTARIO A LA PALABRA
Hoy celebramos el Domingo de Ramos, en el que recordamos la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén y también el sufrimiento que él padeció: su Pasión, crucifixión y muerte. La liturgia de hoy nos introduce en la Semana Santa donde seguiremos a Jesús en sus últimos momentos de vida en la tierra.
La Pasión que se nos relata una vez más, es digna de ser contemplada y apreciada por nosotros con los ojos de la fe y con la certeza en el corazón: todo lo acontecido fue por AMOR. Recordar la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo es llevar dentro de nosotros el gran amor de Dios por toda la humanidad, la prueba de que Dios nos ama (Rm5,8). Pero es mucho más que un recuerdo. Pues cada vez que se celebra la Eucaristía se actualiza el sacrificio de Jesús en la cruz.
Jesús siempre habló abiertamente (Jn18,20), durante su vida proclamó el Reino de Dios, su Padre. Por ello fue causa de discusión por parte de los doctores de la ley y de las autoridades de la época: “Tendamos lazos al justo que nos fastidia, se enfrenta a nuestro modo de obrar, nos echa en cara faltas contra la ley y nos culpa de falta contra nuestra educación. Se gloría de tener el conocimiento de Dios y se llama a sí mismo hijo del Señor. Lleva una vida distinta de todas, sus caminos son extraños”(Sb 2,12-13.15).
Jesús vino a los suyos ”manso y modesto y cabalgando sobre un pollino” y muchos no lo recibieron: con ello vimos un amor rechazado, despreciado por la humanidad.
Corramos, adentrémonos en los sentimientos de Cristo y aprendamos de él (manso y humilde) la mansedumbre, su silencio: frente a todos los que le maltrataban, no abre la boca (Is 50,4-7). Hoy más que nunca somos llamados a vivir las actitudes de Jesús en su Pasión: expresión suprema del amor de Dios. Un amor entregado hasta el extremo, hasta la cruz. “Se humilló a sí mismo, obedeciendo hasta la muerte, y una muerte de cruz” (Flp 2,8). Jesús nos deja el ejemplo de entrega, de humildad, de anonadamiento para que sigamos sus huellas (cf 1Pe 2,21-24) y seamos libres reconociéndole como el “verdadero Hijo de Dios”, que vino para nuestra salvación.
La Pasión de Jesucristo es un reflejo de lo que es la vida. Pero la última Palabra de Dios no es la muerte, sino la gloria del Padre: la resurrección, obra por excelencia de su poder.
Que el Espíritu Santo nos conduzca a lo más íntimo de Jesucristo (nuestra vida) y nos ayude a redescubrir la grandeza de Dios manifestada en su Hijo Jesucristo, aún más: a redescubrir la grandeza de nuestra fe.
ORACIÓN/MEDITACIÓN
“Oh Sabiduría eterna, reflejo de la gloria e impronta del ser del Padre, (Hb 1,3) que creaste todas las cosas de la nada, que descendiste a este valle de miserias para llevar al hombre a los gozos del paraíso y con tu dulcísima presencia le enseñaste el camino para volver a ti, y como satisfacción del pecado de todos nosotros quisiste ser inmolado como inocente cordero ante el Padre, abre por tu preciosa muerte mi corazón para que pueda mirarte siempre con los ojos de una fe pura como al Rey de los reyes y Señor de los señores. (Ap 19,16)
Concédeme ahora, oh Rey mío, que yo, pequeño esclavo tuyo, te siga por el camino de tu pasión, soporte todos los males de modo que llegue a estar crucificado contigo, para poder así también reinar contigo, por los siglos de los siglos. Amén.”
(Del Opúsculo sobre el amor del beato Enrique Seuze, presbítero dominico)
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