SANTÍSIMO CUERPO Y SANGRE DE CRISTO
– CICLO B –
02 de junio de 2024
EVANGELIO: Mc 14,12-16.22-26
El primer día de los Ácimos, cuando se sacrificaba el cordero pascual, le dijeron a Jesús sus discípulos: «¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la cena de Pascua?». Él envió a dos discípulos diciéndoles: «Id a la ciudad, os saldrá al paso un hombre que lleva un cántaro de agua; seguidlo, y en la casa adonde entre, decidle al dueño: “El Maestro pregunta: ¿Cuál es la habitación donde voy a comer la Pascua con mis discípulos?”. Os enseñará una habitación grande en el piso de arriba, acondicionada y dispuesta. Preparádnosla allí». (…)
Mientras comían, tomó pan y, pronunciando la bendición, lo partió y se lo dio diciendo: «Tomad, esto es mi cuerpo». Después tomó el cáliz, pronunció la acción de gracias, se lo dio y todos bebieron. Y les dijo: «Esta es mi sangre de la alianza que es derramada por muchos. En verdad os digo que no volveré a beber del fruto de la vid hasta el día que beba el vino nuevo en el reino de Dios». Después de cantar el himno, salieron para el monte de los Olivos.
COMENTARIO A LA PALABRA
Hoy se celebra la Solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo. El Señor Jesús, antes de su muerte, reunió a los discípulos; y con el pan y el vino, en un gesto de total entrega, instituyó la Eucaristía, dejándonos así el memorial, el gran misterio de este sacramento. En esta escena narrada por san Marcos, hacemos memoria y actualizamos el misterio de nuestra fe que es la Eucaristía: “fuente y culmen de la vida cristiana” (Lumen Gentium,11).
Jesús nos dice hoy: “Tomad”, dice a ti y a mí: “Tomad, este es mi cuerpo.” Cristo no se desentiende de nuestras necesidades, no se cansa de ofrecerse a nosotros y por nosotros. Él es nuestro verdadero alimento. Él nos enseña que es la Eucaristía quien nos impulsa y nos sostiene en el servicio y en el amor al prójimo.
Somos invitados al banquete pascual, en que Cristo, el cordero inmolado entregó su vida por amor al mundo: “Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos” (Jn 15,13). Y Jesús nos amó hasta el extremo (Jn 13,1).
Además, esta solemnidad también nos hace recordar que el Señor está siempre con su Iglesia.
Adentrémonos en este misterio insondable con los ojos de la fe. Fijémonos en Jesús, o mejor: dejémonos ser mirados por Él. Pues su presencia real en la Eucaristía nos revitaliza, renueva nuestra vida. Es el cuerpo de Cristo resucitado que se da gratuitamente para que seamos transformados por él y para que seamos instrumentos de transformación en el mundo.
Pedimos al Señor la fe, y que esta misma fe sea el “arranque” que nos conduzca hacia el Padre. Que ella también nos impulse a no quedarnos en lo que es superficial, sino que nos lleve a experimentar a Cristo en este Sacramento y a hacer memoria viva y presente todos los días.
ORACIÓN/MEDITACIÓN
“¡Cuán consoladores y suaves son los momentos pasados con este Dios de bondad! ¿Estás dominado por la tristeza? Ven un momento a echarte a sus plantas, y quedarás consolado. ¿Eres despreciado del mundo? Ven aquí, y hallarás un amigo que jamás quebrantará la fidelidad. ¿Te sientes tentado? aquí es donde vas a hallar las armas más seguras y terribles para vencer a tu enemigo. ¿Temes el juicio formidable que a tantos santos ha hecho temblar? Aprovéchate del tiempo en que tu Dios es Dios de misericordia y en que tan fácil es conseguir el perdón. ¿Estás oprimido por la pobreza? Ven aquí, donde hallarás a un Dios inmensamente rico, que te dirá que todos sus bienes son tuyos, no en este mundo sino en el otro”. (Santo Cura de Ars, Sermón sobre el Corpus Christi)
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