DOMINGO XII DEL TIEMPO ORDINARIO – Ciclo B
20 de Junio de 2021
Evangelio: Mc 4, 35‑40
Aquel día, al atardecer, dijo Jesús a sus discípulos: —«Vamos a la otra orilla.» Dejando a la gente, se lo llevaron en barca, como estaba; otras barcas lo acompañaban. Se levantó una fuerte tempestad, y las olas rompían contra la barca hasta casi llenarla de agua. Él estaba en la popa, dormido sobre un cabezal. Lo despertaron, diciéndole: —«Maestro, ¿no te importa que perezcamos?» Se puso en pie, increpó al viento y dijo al mar: —«¡Silencio, enmudece!» El viento cesó y vino una gran calma. Él les dijo: —«¿Por qué tenéis miedo? ¿Aun no tenéis fe?» Se llenaron de miedo y se decían unos a otros: —«¿Pero quién es éste? ¡Hasta el viento y el mar le obedecen!»
COMENTARIO A LA PALABRA
El evangelio que hoy proclamamos es una palabra que necesitamos leer y releer, grabar profundamente en nuestro corazón. La necesitamos porque “mientras vivimos esta vida mortal estamos constantemente acosados”, como dice san Pablo. “La vida de hombre en la tierra es lucha” precisaba también Job. Dificultades internas y externas arremeten contra nuestra barca: la de la Iglesia, la de nuestras familias y comunidades, la de nuestras pequeñas vidas. Pero Jesús nos aseguró antes de ir al Padre que Él nos dejaba su paz. Y esta es su voluntad: que creyendo en Él, en su amor y en su poder, expulsemos todo temor, toda ansiedad y vivamos tranquilos, confiados en brazos del Padre. Ése era el secreto del descanso de Jesús.
A Dios sí le importa lo que nos pasa, Él está siempre a nuestro lado, no nos abandona. Por eso nos pide que seamos fuertes y valientes de corazón. No importa cuál sea la circunstancia que estamos viviendo, aún en las situaciones más tormentosas, hagamos un acto de fe: TODO está bajo el control de nuestro querido Padre y Él hace que todo suceda para bien de los que le amamos.
En la oración, volvamos a nuestro corazón y dejemos que resuene ahí la voz del Señor: “¡Silencio! ¡Enmudece!”. Todo quedará sometido a su mandato. Nosotros no dejemos de cantar confiados la alabanza del Señor en medio de la oscuridad y pronto brotarán para nosotros torrentes de luz, el brazo del Señor se hará patente en nuestra historia y quedaremos inundados de su bendita paz.
Porque el que está con nosotros, Jesucristo, es el Señor de Cielo y Tierra, el Dios grande y Todopoderoso que nos ama y nos cuida. Es nuestro amigo, nuestro hermano, nuestro protector y Salvador. Nuestra roca. La gracia, el don que se nos ha dado. Él es la garantía infalible de nuestro triunfo y felicidad. Jamás lo olvidemos. JAMÁS.
Meditación
Nada te turbe,
nada te espante,
todo se pasa,
Dios no se muda,
La paciencia
todo lo alcanza;
quien a Dios tiene
nada le falta:
sólo Dios basta.
Eleva el pensamiento,
al cielo sube,
por nada te acongojes,
nada te turbe.
A Jesucristo sigue
con pecho grande,
y, venga lo que venga,
nada te espante.
Confianza y fe viva
mantenga el alma,
que quien cree y espera
todo lo alcanza.
Del infierno acosado
aunque se viere,
burlará sus furores
quien a Dios tiene.
Vénganle desamparos,
cruces, desgracias;
siendo Dios su tesoro,
nada le falta.
Id, pues, bienes del mundo;
id, dichas vanas,
aunque todo lo pierda,
sólo Dios basta.
Santa Teresa de Jesús
Oración
Señor, en medio de este profundo silencio, desciendo a lo más íntimo de mi ser y aquí te encuentro. No me fijo en las circunstancias externas que me amenazan, no quiero fijarme más en las olas que me empujan, que me hacen tambalear. Yo me fijo en ti, Señor, me abrazo a ti, me uno a ti. Y contigo ya no temo nada. Dejo que tu paz custodie mi corazón, me llene totalmente. Descanso en ti y te doy las gracias porque eres mi refugio protector. Te amo, Roca mía, mi baluarte. Que nada me aparte de ti jamás. Amén.
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