DOMINGO VI DEL TIEMPO ORDINARIO
– CICLO B –
11 de Febrero de 2024
EVANGELIO: San Marcos 1, 40-45
En aquel tiempo, se acercó a Jesús un leproso, suplicándole de rodillas: «Si quieres, puedes limpiarme».
Compadecido, extendió la mano y lo tocó diciendo: «Quiero: queda limpio».
La lepra se le quitó inmediatamente y quedó limpio. Él lo despidió, encargándole severamente: «No se lo digas a nadie; pero para que conste, ve a presentarte al sacerdote y ofrece por tu purificación lo que mandó Moisés».
Pero cuando se fue, empezó a pregonar bien alto y a divulgar el hecho, de modo que Jesús quedaba fuera, en lugares solitarios; y aun así acudían a él de todas partes.
COMENTARIO A LA PALABRA
Este domingo concluye el primer capítulo del evangelio según san Marcos, que nos volverá a acompañar, en su lectura continuada, después de finalizar el Tiempo Pascual, con la venida del Espíritu- Santo.
Esto significa un paréntesis de unos cien días, primero para prepararnos a la gran fiesta de la Pascua y después para celebrarla con el gozo que se merece.
¿Y cómo nos dispone el evangelio de este domingo, donde ya atisbamos la experiencia de la resurrección?
Nuestra Madre la Iglesia nos presenta un modelo de confianza en la figura de un leproso.
“Se acercó a Jesús un leproso”. No es el Señor quien se acerca a él. La voluntad del leproso era la de quedar limpio, la de insertarse en la sociedad, la de poder celebrar la fe en comunidad.
Él no había perdido la fe y se dirige a Jesús como a Dios, pues no le dice que ruegue por él; sabe que tiene poder para limpiarle y se lo suplica de rodillas. Llama la atención que no se dirige a él nombrándole Maestro, ni Profeta, ni Señor… solamente le expone su deseo: “si quieres, puedes limpiarme”. Hay otro pasaje del evangelio donde aparece un hombre atormentado por su hijo y le dice a Jesús: “Si algo puedes” (Mc 9, 20-24) y recibió una reprimenda del Señor por su falta de fe. Aquí, sin embargo, el leproso confía plenamente en el poder de Jesús.
La lepra no es solo una enfermedad de la piel. Podemos decir que es el aspecto visible de lo que el pecado hace por dentro: corrompe la vida. Nosotros podemos entregar nuestra vida desastrosa, desorientada, descuidada… a los pies de Jesús y pedirle que nos la limpie.
Por otra parte, hay otros tipos de “lepra” en nuestra sociedad. Ya san Pablo VI nos animó a luchar “contra las lepras que se extienden por la sociedad contemporánea tales como el hambre, la discriminación y el subdesarrollo”.
El Señor mira nuestro corazón y quiere restablecer su limpieza originaria. Jesús extiende su mano, nos comunica su palabra y nos toca el alma cada vez que nos acercamos al sacramento de la reconciliación.
Él solo quiere nuestro agradecimiento, como vemos en aquel otro pasaje del evangelio donde Jesús limpió a diez leprosos, pero uno solo se lo agradeció (Lc 17, 12-19).
Dejémonos llenar en esta cuaresma de la compasión de Jesús, que tanta misericordia tiene con nosotros y proclamemos su mensaje por todas partes.
MEDITACIÓN
“Pero el gesto amoroso de Cristo acercándose a los leprosos, confortándolos y curándolos, tiene expresión plena y misteriosa en la pasión, cuando Cristo, torturado y desfigurado por el sudor de sangre, la flagelación, la coronación de espinas, la crucifixión, el rechazo que le opone el mismo pueblo que había recibido tanto bien de Él, llega a identificarse con los leprosos, pasa a ser su imagen y símbolo, como ya había intuido el profeta Isaías contemplando el misterio del siervo de Yavé: “Lo estimamos leproso” (Is 53, 2-4). Precisamente es de las llagas del cuerpo atormentado de Jesús y de la potencia de su resurrección, de donde brota la vida y la esperanza para todos los hombres afectados por el mal y las enfermedades”. (San Pablo VI. Homilía 29-01-1978).
ORACIÓN
Tú, que acoges a todos: Señor, ten piedad.
Tú, que nos has reconciliado, Cristo, ten piedad.
Tú, que contagias salud y buen espíritu, Señor, ten piedad.
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