Solemnidad de Pentecostés – Ciclo A
28 de mayo 2023
Evangelio: Juan 20,19-23
Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo:
«Paz a vosotros».
Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió:
«Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo».
Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo:
«Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos».
COMENTARIO A LA PALABRA
Pasados los cincuenta días de Pascua, celebramos hoy la Solemnidad de Pentecostés, culminación del Tiempo Pascual, que se cierra con la efusión del Espíritu Santo.
Durante este tiempo la Iglesia nos introdujo, a través de la liturgia, en el misterio (ya revelado) de la tercera Persona de la Santísima Trinidad: el Espíritu Santo.
Paulatinamente Jesús fue preparando a los suyos para recibir el Espíritu Santo. Se lo había prometido y lo cumplió, para que fuera compañero de misión en las situaciones más difíciles. Durante la Pascua acompañamos sus vidas en la narrativa de los Hechos de los Apóstoles, donde la gracia del Espíritu Santo superabundó en la vida de los apóstoles, haciéndolos verdaderos testigos de la resurrección de Jesucristo.
Hoy es un domingo para pedir el Espíritu Santo, aunque ya lo hemos recibido, (Ga 4,6) el “RUAH”, el soplo, el aire, el viento (término hebreo cf. Catecismo de la Iglesia Católica n. 691). Pues es el Espíritu Santo el que nos permite vivir nuestra condición de bautizados y nuestra realidad desde Cristo y en Cristo.
Fue este soplo el que hizo la diferencia en la vida de los discípulos: los recreó, los transformó, les quitó el miedo, la inseguridad y todo lo que les impedía ser testigos de la resurrección del Señor. El Espíritu les concede el don de la alegría (Evangelio) tras la gran decepción sufrida por la pasión, crucifixión y muerte del Maestro. Y además les concede el don de la unidad, de la comunión, de ser uno y de ponerse al servicio de los demás en el proyecto de Dios.
El Espíritu Santo es la fuente que puede transformarnos interiormente, permitiéndonos que el Reino de Dios llegue a nuestros corazones (Is 11,2. Ez 36,26s). Es como el viento que sopla donde quiere, pero no se sabe de dónde viene ni a dónde va (Jn 3,8).
Él nos vivifica para que Cristo sea glorificado en nuestras acciones más sencillas. “Gracias a este poder del Espíritu Santo los hijos de Dios pueden dar frutos (…) el Espíritu Santo es nuestra vida: cuanto más renunciamos a nosotros mismos (Mt 16,24-26), más “obramos también según el Espíritu” (Ga 5,25) (Catecismo de la. Iglesia Católica n. 736)
Es el Espíritu el que hace nuevas todas las cosas. La Pascua nos da como culminación el don del Espíritu Santo. Estemos abiertos a recibirlo para que seamos transformados por él.
¡Ven, Espíritu Santo!
Meditación
“El Espíritu Santo nos transforma y nos hace experimentar la alegría de sabernos amados y habitados por Dios. Es la experiencia que vivieron los discípulos de Jesús, y que nos relata el Evangelio. Y es también la experiencia que vivieron tantos orantes, hombres y mujeres que el Espíritu Santo formó a la medida del Corazón de Cristo.” (Papa Francisco)
Oración
“Oh, Dios, que por el misterio de esta fiesta santificas a toda tu iglesia en medio de los pueblos y de las naciones, derrama los dones de tu Espíritu sobre todos los confines de la tierra y realiza ahora también, en el corazón de tus fieles, aquellas maravillas que te dignaste hacer en los comienzos de la predicación evangélica. Por nuestro Señor Jesucristo.” (Oración colecta.)
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