DOMINGO DE RAMOS EN LA PASIÓN DEL SEÑOR – CICLO C
14 de Abril de 2019
EVANGELIO: Lc 22,14 – 23,56
” /…/ Y cuando llegaron al lugar llamado «La Calavera», lo crucificaron allí, a él y a los malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda.
Jesús decía: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen.
Y se repartieron sus ropas echándolas a suerte. El pueblo estaba mirando.
Las autoridades le hacían muecas diciendo: A otros ha salvado; que se salve a sí mismo, si él es el Mesías de Dios, el Elegido.
Se burlaban de él también los soldados, ofreciéndole vinagre y diciendo: Si eres tú el rey de los judíos, sálvate a ti mismo.
Había encima un letrero en escritura griega, latina y hebrea: ESTE ES EL REY DE LOS JUDIOS.
Uno de los malhechores crucificados lo insultaba diciendo:¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros.
Pero el otro le increpaba: ¿Ni siquiera temes tú a Dios, estando en el mismo suplicio? Y lo nuestro es justo, porque recibimos el pago de lo que hicimos; en cambio, éste no ha faltado en nada.
Y decía: Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu Reino.
Jesús le respondió: Te lo aseguro: hoy estarás conmigo en el Paraíso.
Era ya eso de mediodía y vinieron las tinieblas sobre toda la región, hasta la media tarde; porque se oscureció el sol. El velo del templo se rasgó por medio. Y Jesús, clamando con voz potente, dijo:
Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu. Y dicho esto, expiró.”
COMENTARIO A LA PALABRA
El domingo de Ramos es el gran pórtico de la Semana Santa. Vamos a entrar en el Misterio de la Redención de Cristo, en su Pascua: Pasión, Muerte y Resurrección.
La liturgia de la conmemoración de la entrada en Jerusalén, que se expresa en la procesión de ramos inicial, está vinculada a la celebración eucarística. Es la Iglesia la que se dispone a acompañar a su Señor y Esposo en la celebración del Misterio de la Pascua. Acompañamos al Señor, rey pacífico y humilde, que entra en la ciudad santa para ofrecer el sacrificio de la nueva alianza en su Cuerpo, llevando a plenitud su obediencia al Padre.
Hay un gran contraste entre la conmemoración festiva de la entrada del Señor en Jerusalén y la sobriedad del resto de la Eucaristía, centrada ya en los misterios de la muerte y pasión del Señor. Impacta escuchar en el salmo responsorial las palabras que el Señor pronunció desde la cruz: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?
La celebración está marcada por la proclamación de la Pasión del Señor, este año según el evangelista Lucas. El Evangelio de Lucas se caracteriza por su visión especial de la misericordia de Jesús. En esta última hora de su vida tampoco olvida esta compasión, incluso para con sus propios verdugos: Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen; y para su compañero de suplicio, el “buen ladrón”: Hoy estarás conmigo en el paraíso.
De manera especial en el relato de la Pasión, debemos encontrarnos nosotros mismos metidos en el Evangelio, receptores directos de tan gran Amor, que no se reservó absolutamente nada para lograrnos la Salvación. Que estos días sean en verdad “santos”, y nos den la ocasión de estar siempre al lado de Jesús, para resucitar con Él en la noche de Pascua.
MEDITACIÓN
“Que reinen particularmente en este día dos sentimientos: la alabanza, como hicieron aquellos que acogieron a Jesús en Jerusalén con su «hosanna»; y el agradecimiento, porque en esta Semana Santa el Señor Jesús renovará el don más grande que se puede imaginar, nos entregará su vida, su cuerpo y su sangre, su amor. Pero a un don tan grande debemos corresponder de modo adecuado, o sea, con el don de nosotros mismos, de nuestro tiempo, de nuestra oración, de nuestro estar en comunión profunda de amor con Cristo que sufre, muere y resucita por nosotros. Los antiguos Padres de la Iglesia han visto un símbolo de todo esto en el gesto de la gente que seguía a Jesús en su ingreso a Jerusalén, el gesto de tender los mantos delante del Señor. Ante Cristo –decían los Padres– debemos deponer nuestra vida, nuestra persona, en actitud de gratitud y adoración.” (Benedicto XVI, homilía 1 de Abril de 2012).
ORACIÓN
Dios todopoderoso y eterno, que hiciste que nuestro Salvador se encarnase y soportara la cruz para que imitemos su ejemplo de humildad, concédenos, propicio, aprender las enseñanzas de la pasión y participar de la resurrección gloriosa. Por Jesucristo nuestro Señor. (Oración colecta)
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