IV DOMINGO de PASCUA – CICLO C
8 de mayo de 2022
Evangelio: Jn 10, 27-30.
Dijo Jesús: “Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna; no perecerán para siempre, y nadie las arrebatará de mi mano. Lo que mi Padre me ha dado es más que todas las cosas, y nadie puede arrebatar nada de la mano de mi Padre. Yo y el Padre somos uno”.
COMENTARIO A LA PALABRA
Este domingo Jesús Resucitado nos trae una nueva luz a nuestra vida bajo la figura del Buen Pastor. Seguimos disfrutando de la alegría pascual, de la vida nueva que recibimos de la fuente bautismal, pero esta vez vamos a profundizar en la vida de gracia que nos da el Buen Pastor, figura del Resucitado.
El evangelio de este año es muy corto, pero muy rico en contenido. Lo primero que se nos dice es que sus ovejas escuchan su voz. Esto significa que hay otras voces, que no son las del Pastor, que prometen éxito, seguridad, fortuna… y solamente hay un Salvador: Jesucristo el Señor. Si queremos pertenecer a su rebaño, hemos de agudizar el oído para escuchar la Palabra de Dios. Ya lo dice el salmista: “Si hoy escucháis su voz, no endurezcáis el corazón” (Salmo 94). Nosotros somos el pueblo de su alabanza, el rebaño que él guía. Y el salmo 99 matiza un poco más: “Sabed que el Señor es Dios, que él nos hizo y somos suyos, su pueblo y ovejas de su rebaño”. Con estos salmos Nuestra Madre la Iglesia nos invita cada mañana a comenzar nuestra oración, a disponer nuestro corazón para entrar en la presencia de Dios.
“Yo las conozco y ellas me siguen”. El evangelio continúa mostrándonos un Dios cercano, que nos conoce y nos llama por nuestro nombre. Y esto también nos da seguridad a nosotros: Mª Magdalena, no reconoció al Resucitado hasta que le llamó por su nombre. Somos muy importantes para el Señor, nos ha comprado con su Sangre. El que ha experimentado este amor de Dios no puede por menos exclamar lo mismo que dijo el profeta Jeremías: “Me has seducido, Señor” (Jer 20,7). Es imposible conocerle y no amarle, es imposible amarle y no seguirle.
“Yo les doy la vida eterna”. Esta es la Buena noticia que nos comunica el Buen Pastor: El que tiene vida eterna dentro de sí, puede amar al hermano que le incomoda, al que no acepta, al que le rechaza, al que vive de forma que le escandaliza, al que no comulga con sus ideas… Nuestro Pastor no quiere una parcela privada, sino que nos quiere a todos en un mismo redil. Por eso necesitamos alimentarnos de Él para crecer en el amor.
“Nadie las arrebatará de mi mano”. Somos suyos, le pertenecemos y nos va a defender del mal. Estamos más seguros en sus manos que siguiendo nuestros proyectos o dejándonos llevar por nuestros sentimientos. Dejémonos guiar por él, que nos conducirá hacia las fuentes de vida eterna.
Meditación
“¡Qué bonito y consolador es saber que Jesús nos conoce a cada uno, que no somos anónimos para Él, que nuestro nombre le es conocido! Para Él no somos “masa”, “multitud”, no. Somos personas únicas, cada uno con la propia historia, [y Él] nos conoce a cada uno con la propia historia, cada uno con el propio valor, tanto como criatura cuanto como redimido por Cristo. Cada uno de nosotros puede decir: ¡Jesús me conoce! Es verdad, es así: Él nos conoce como nadie más. Solo Él sabe qué hay en nuestro corazón, las intenciones, los sentimientos más escondidos. Jesús conoce nuestras fortalezas y nuestras debilidades, y está siempre preparado para cuidar de nosotros, para sanar las llagas de nuestros errores con la abundancia de su misericordia. En Él se realiza plenamente la imagen del pastor del pueblo de Dios, que habían delineado los profetas: Jesús se preocupa por sus ovejas, las reúne, venda la que está herida, cura la que está enferma. Así podemos leerlo en el Libro del profeta Ezequiel (cfr. Ez 34,11-16).”
(Papa Francisco. Ángelus abril 2021)
Oración
Yo soy el Buen Pastor:
te llamo por tu nombre,
doy mi vida por ti.
No sigas otras voces
que parecen ser dulces:
¡son inmisericordes!
Mira atento a mis llagas
por ellas me conoces;
¡Me sangra el corazón
cuando tú no me oyes!
Te busco descarriada
en mitad de la noche;
te curo las heridas
y dejo que me toques.
Llevo sobre mis hombros:
Sueños, preocupaciones,
gozos y sufrimientos
y también tentaciones.
¿Me ayudas con la carga,
de salvar a los hombres?
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