DOMINGO XVI DEL TIEMPO ORDINARIO – Ciclo B
18 de Julio de 2021
Evangelio: Mc 6, 30-34
En aquel tiempo, los apóstoles volvieron a reunirse con Jesús, y le contaron todo lo que habían hecho y enseñado. Él les dijo:
«Venid vosotros a solas a un lugar desierto a descansar un poco». Porque eran tantos los que iban y venían, que no encontraban tiempo ni para comer. Se fueron en barca a solas a un lugar desierto.
Muchos los vieron marcharse y los reconocieron; entonces de todas las aldeas fueron corriendo por tierra a aquel sitio y se les adelantaron. Al desembarcar, Jesús vio una multitud y se compadeció de ella, porque andaban como ovejas que no tienen pastor; y se puso a enseñarles muchas cosas.
COMENTARIO A LA PALABRA
La liturgia de este domingo nos sumerge en el corazón de Jesús, nuestro buen Pastor. Corazón de donde mana una fuente inagotable de amor compasivo y misericordioso hacia todos los hombres. Tal como nos lo relata el Evangelista San Marcos cuando nos dice: «Jesús vio una multitud y se compadeció de ella, porque andaban como ovejas que no tienen pastor »
Sí, ese es el corazón de nuestro Buen Pastor, un corazón que acoge, sin distinción, a todos a aquellos que lo buscan y corren a su encuentro: como aquella multitud, que al ver a Jesús a lo lejos salen corriendo a su encuentro hasta alcanzarlo. Sí, este es el corazón de nuestro buen Pastor, un corazón que es capaz de ver las necesidades, el dolor, el sufrimiento y las debilidades del otro y compadecerse de ellas: «Jesús vio una multitud y se compadeció de ella»; un corazón donde la compasión y la misericordia no se queda en un mero sentimiento, sino que se convierte en acción: «.. y se puso a enseñarles muchas cosas».
Sí, este es el corazón de nuestro único y buen Pastor, Jesús, el enviado de Dios: un corazón puro y generoso, que ama a sus ovejas más que a su propia vida y que la entrega por ellas sin medida; un corazón lleno de ternura que guía a sus ovejas por caminos de vida, porque Él es el CAMINO, LA VERDAD Y LA VIDA; un corazón lleno de misericordia que sana a las ovejas heridas y va en busca de la ovejas perdidas. Un corazón humilde que todo lo aguanta, todo lo calla y que todo lo padece por amor a sus ovejas; un corazón bondadoso que busca ante todo el bien de sus ovejas y que se desvive por ellas; un corazón que es fuente de vida, que alimenta a sus ovejas con pastos sustanciosos: pan de vida eterna. Un corazón inmenso e inabarcable, donde toda oveja tiene su lugar y donde se puede experimentar un amor íntimo y personal; un corazón donde nadie puede sentirse indiferente, porque ÉL conoce a cada una de sus ovejas y las llama por su nombre; un corazón que está encendido de amor y cuya Luz irradia e ilumina toda tiniebla y toda oscuridad. ¡Sí, ese es el corazón de nuestro buen Pastor, un corazón infinitamente amoroso!
Escuchemos, pues, hoy la voz de nuestro buen Pastor y corramos a su encuentro deprisa, sin dudar, hasta alcanzarlo, como aquella multitud. Penetremos en el corazón de Jesús que está abierto y herido de amor. Bebamos, pues, de esa fuente inagotable de compasión y misericordia que se derrama gratuitamente por nosotros. Abramos nuestro corazón a su amor, corramos detrás de Él y llevemos también a todos nuestros hermanos hacia esas fuentes tranquilas, donde nuestro Pastor nos espera.
Meditación- Oración
La raza humana entera es un único rebaño con el que tú has cargado sobre tus espaldas. Dime el lugar donde pacen, dame a conocer las aguas donde reposan, llévame donde está la hierba crecida, llámame por mi nombre, para que yo, que soy oveja tuya, pueda oír tu voz, y tu voz sea para mí la vida eterna. Sí, dímelo tú, a quien ama mi alma. Es así como te nombro, porque tu nombre está por encima de todo nombre, inexpresable e inaccesible a toda criatura dotada de razón. Pero este nombre, testigo de mis sentimientos hacia ti, expresa tu bondad. ¿Cómo no voy a amarte a ti que me has amado primero, que me has amado cuando todavía era totalmente negra, hasta el punto de dar tu vida por las ovejas de las que tú eres el pastor? No es posible imaginar amor más grande que el de quien ha dado la vida por mi salvación. Dime, pues, dónde llevas a pacer tu rebaño, que pueda yo encontrar el pasto de salvación, hartarme del alimento celestial del que todo hombre debe comer si quiere entrar en la vida, correr hacia ti, que eres la fuente, y beber a grandes sorbos el agua divina que tú mismo haces brotar para los que tienen sed. Esta agua se derrama de tu costado después de que la lanza abriera en él una llaga, y cualquiera que la guste llega a ser una fuente que mana hasta la vida eterna. (San Gregorio de Nisa)
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