XI DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO A
18 de Junio de 2023
EVANGELIO: Mt 9,36-10,8
En aquel tiempo, al ver Jesús a las muchedumbres, se compadecía de ellas, porque estaban extenuadas y abandonadas, «como ovejas que no tienen pastor». Entonces dice a sus discípulos: «La mies es abundante, pero los trabajadores son pocos; rogad, pues, al Señor de la mies que mande trabajadores a su mies». Llamó a sus doce discípulos y les dio autoridad para expulsar espíritus inmundos y curar toda enfermedad y toda dolencia. Estos son los nombres de los doce apóstoles: el primero, Simón, llamado Pedro, y Andrés, su hermano; Santiago, el de Zebedeo, y Juan, su hermano; Felipe y Bartolomé, Tomás y Mateo el publicano; Santiago el de Alfeo, y Tadeo; Simón el de Caná, y Judas lscariote, el que lo entregó. A estos doce los envió Jesús con estas instrucciones: «No vayáis a tierra de paganos ni entréis en las ciudades de Samaría, sino id a las ovejas descarriadas de Israel. Id y proclamad que ha llegado el reino de los cielos. Curad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, arrojad demonios. Gratis habéis recibido, dad gratis»
COMENTARIO A LA PALABRA
«La mies es abundante, pero los trabajadores son pocos; rogad, pues, al Señor de la mies que mande trabajadores a su mies» (…). Id y proclamad que ha llegado el reino de los cielos». Son las palabras de Jesús que hoy Él nos dirige. Palabras, por las cuales, nos recuerda a todos los cristianos nuestra misión como miembros de su Iglesia: ser colaboradores con Él de su obra redentora. Palabras, por las cuales, Jesús nos impulsa a ponernos en camino, a salir de nosotros mismos para colaborar con Él en la extensión de su Reino.
Jesús, que conoce perfectamente la necesidad que hay en el mundo: sus sufrimientos, esclavitudes y pobrezas, hoy nos llama nuevamente a nosotros sus discípulos, a salir de nosotros mismos, a dejarnos conmover por el dolor de nuestro hermanos, a escuchar su llamada y a ponernos en camino, para anunciar el amor de Dios a todos los hombres, especialmente a aquellos que están solos y abandonados, que no tienen quién les haga presente el amor de Dios.
Es verdad que la misión que Jesús nos pide muchas veces resulta difícil porque implica una renuncia, y a su vez, se hacen muchas veces presentes nuestras pobrezas y limitaciones. Pero Jesús, hoy nos recuerda algo muy importante: Él es quien nos envía y nos da la fuerza, Él es quien lleva adelante la misión. Solo pide que abramos nuestros corazones, nuestras vidas para que Él actúe por medio de nosotros: pues Jesús confía en cada uno de nosotros.
Jesús, rico en amor y misericordia, nos ha llamado a su seguimiento por puro amor, encendiendo en nuestros corazones la luz de la fe. Él, movido por su amor compasivo, cargando sobre sí nuestros dolores y pecados, nos ha perdonado, nos ha liberado, nos ha sanado y nos ha hecho renacer con Él a una nueva vida. Y hoy nos llama a hacer lo mismo con nuestros hermanos. ¿Cómo? – siendo luz para nuestros hermanos, anunciando la Buena noticia: que el Reino de Dios ha llegado, que el Padre nos ama gratuitamente y que quiere hacer maravillas en nuestras vidas por medio de su Hijo Jesucristo.
Que el Espíritu Santo nos ayude a ser conscientes de nuestra misión como cristianos y nos conceda un corazón generoso, para dar y darnos gratuitamente a nuestros hermanos, para anunciar al mundo que Dios nos ama y está vivo en medio de nosotros.
MEDITACIÓN
La mies es abundante, dice el Señor, pero los segadores son pocos. Habiendo recibido los dones de la gracia, estamos llamados a trabajar recogiendo las espigas de salvación de nuestros prójimos para poderlas poner en numerosos graneros en el reino de Dios a fin de que den mucho fruto: unos treinta; otros treinta; otros, setenta; y los otros, cien. Estemos atentos para no ser condenados junto con el servidor perezoso que ha enterrado el talento que el dueño le había confiado, sino procuremos imitar a los servidores fieles que han devuelto la viña al dueño, el uno, en lugar de dos talentos, cuatro; el otro; en lugar de cinco talentos, diez. No podemos dudar de la misericordia divina; vosotros mismos podéis ver cómo las palabras divinas dichas por un profeta: No soy un Dios lejano, se han realizado para nosotros.
(San Serafín de Sarov)
ORACIÓN
Haz, oh Señor, que discípulos de Ti y seguidores de Ti, nos entreguemos, libres y dóciles, al misterio de la unidad que es Tu Iglesia viva en Tu verdad y de Tu caridad. Haz, oh Señor, que Tu Espíritu informe y transforme nuestra vida, y nos dé el gozo de la fraternidad sincera, la virtud del generoso servicio, el ansia del apostolado. Haz, oh Señor, que siempre más ardiente y operante se convierta nuestro amor a todos los hermanos en Cristo para colaborar siempre más intensamente con ellos en la edificación del Reino de Dios. (Pablo VI)
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