XXIX Domingo del Tiempo Ordinario – Ciclo C
16 de Octubre de 2022
Evangelio: Lc 18, 1-8
Les decía una parábola para inculcarles que era preciso orar siempre sin desfallecer. «Había un juez en una ciudad, que ni temía a Dios ni respetaba a los hombres. Había en aquella ciudad una viuda que, acudiendo a él, le dijo: “¡Hazme justicia contra mi adversario!” Durante mucho tiempo no quiso, pero después se dijo a sí mismo: “Aunque no temo a Dios ni respeto a los hombres, como esta viuda me causa molestias, le voy a hacer justicia para que no venga continuamente a importunarme.”»
Dijo, pues, el Señor: «Oíd lo que dice el juez injusto; y Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos, que están clamando a él día y noche, y les hace esperar? Os digo que les hará justicia pronto. Pero, cuando el Hijo del hombre venga, ¿encontrará la fe sobre la tierra?»
COMENTARIO A LA PALABRA
Estamos acabando el ciclo C dominical, y ya se deja a entrever un trasfondo escatológico que parece referirse a la situación de la primitiva Iglesia, ansiosa por la segunda venida de Jesucristo y en constante peligro de sucumbir en un mundo hostil e injusto.
En los dos domingos anteriores, san Lucas nos hablaba de la fe: “Si tuvierais fe como un granito de mostaza” (Lc 17,6). “Tu fe te ha salvado” (Lc 17,19) y hoy vuelve al mismo tema: “cuando venga el Hijo del Hombre ¿encontrará esta fe en la tierra? “(Lc 18,8).
La fe es esencial para avivar la oración, que es otro tema apasionante de este evangelista. San Lucas nos ha mostrado a Jesús orando, enseñando a orar a sus discípulos y ahora nos cuenta una parábola para indicarnos “que es necesario orar siempre, sin desfallecer” (Lc 18,1).
Si orar es tan bueno ¿por qué nos cansamos tan pronto de orar? ¡Hasta Moisés tuvo que recurrir a la ayuda de Aarón y de Jur, porque se cansaba de mantener los brazos en alto! Esto nos indica lo importante que es vivir en comunidad para “animarnos los unos a los otros, día tras día, mientras dure este hoy” (Heb 3,13).
Una viuda insistente es el modelo que Jesús nos propone hoy para orar. La oración aquí es una lucha activa, esa mujer recurre a un juez porque sabe que resolverá su pleito. Pero el juez no le hace caso y “durante mucho tiempo” no quiso hacerle justicia. Tal vez porque la viuda no tenía con qué pagarle y como él no temía a Dios, tampoco le importaba hacer actos de caridad. Ahora la mujer pobre se encuentra con dos enemigos: el del pleito y el juez, que no le escucha. Pero no se rinde y por fin logra que le resuelva la injusticia por la que está pasando.
La oración que aquí se nos enseña no es algo automático, no se concede rápidamente, es necesario acudir varias veces al juez e importunarle. ¿Por qué el Señor alarga este tiempo de prueba? “¿Hasta cuándo va a seguir venciendo el mal?” Es la pregunta de los mártires del Apocalipsis (c.f. Ap 6). La paciencia de Dios es infinita y quiere que todos se salven. Pero cuando llegue el Hijo del Hombre ¿encontrará esta fe en la tierra? ¡Ánimo!, sabemos que Dios escucha a sus elegidos, que claman a él día y noche, y les sigue amando aun cuando les hace esperar.
Meditación
“Por esto Jesús exhorta a rezar «sin desfallecer». Todos experimentamos momentos de cansancio y de desaliento, sobre todo cuando nuestra oración parece ineficaz. Pero Jesús nos asegura: a diferencia del juez deshonesto, Dios escucha con prontitud a sus hijos, si bien esto no significa que lo haga en los tiempos y en las formas que nosotros quisiéramos. La oración no es una varita mágica. Ella ayuda a conservar la fe en Dios, a encomendarnos a Él incluso cuando no comprendemos su voluntad”. (Papa Francisco. Audiencia General 25 de mayo de 2016).
Oración
Moisés en el monte
con los brazos abiertos,
mientras Josué combate…
¡la victoria ya veo!
Con los brazos alzados,
va ganando terreno,
¡se vence al adversario!
Aumenta mi deseo
¡sostenme mis brazos,
es la cruz que poseo!
Una viuda importuna
va a donde un juez malvado;
que no temía a Dios,
ni al hombre angustiado.
No quiere hacer justicia,
su deber, su trabajo.
Y la viuda le insiste,
porque tiene adversario,
clama por su injusticia,
¡y su ruego ha escuchado!
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