13 de enero de 2019
EVANGELIO: Lucas 3, 15-17.21-22“
“En aquel tiempo, el pueblo estaba expectante, y todos se preguntaban en su interior sobre Juan si no sería el Mesías. Juan les respondió dirigiéndose a todos:
– «Yo os bautizo con agua; pero viene el que es más fuerte que yo, a quien no merezco desatarle la correa de sus sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego.
Y sucedió que, cuando todo el pueblo era bautizado, también Jesús fue bautizado; y, mientras oraba, se abrieron los cielos, bajó el Espíritu Santo sobre él con apariencia corporal semejante a una paloma y vino una voz del cielo:
– «Tú eres mi Hijo, el amado; en ti me complazco».
COMENTARIO A LA PALABRA
Hoy celebramos la fiesta del Bautismo del Señor. En la liturgia el cielo y la tierra entran en diálogo; y hallan su respuesta en Jesús. Él nos manifiesta que el don que Dios nos trae es mucho más grande de lo que podemos imaginar, pensar o desear.
En la tierra, el pueblo está expectante, espera con ansia al Mesías prometido por Dios para liberar al pueblo. Al presenciar la fuerza de las palabras de Juan, el Bautista, se pregunta si sería él a quien tanto esperan. Pero Juan indica hay alguien más fuerte que yo… Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego.
En medio de esta expectación e incertidumbre se encuentra Jesús, orando.
Y se abrieron los cielos para dar la respuesta al anhelo del pueblo: El Salvador no es un líder político, un personaje de gran renombre en la sociedad. El Mesías, el que trae la libertad es Jesús de Nazaret. Bajó el Espíritu Santo sobre él con apariencia corporal semejante a una paloma y vino una voz del cielo: «Tú eres mi Hijo, el amado; en ti me complazco».
En cada bautizado se cumple esta palabra. El Padre nos introduce en su vida divina, derrama su Espíritu Santo en cada corazón por medio de Jesucristo y pronuncia estas mismas palabras «Tú eres mi Hijo, el amado; en ti me complazco».
Es un don que hemos recibido gratuitamente y estamos llamados a dejar que fructifique. Pero ¿cómo vivir esta realidad de ser hijos de Dios?
Él mismo nos quiere enseñar a vivirlo, por eso nos envía y nos señala a su Hijo amado. Jesús nos va a guiar. Acojamos su amor, su bondad, su cercanía. Confiemos en Él: en su Palabra que hace nuevas todas las cosas. Reflejémonos en Él: en sus gestos, en su oración; en su cansancio y en su descanso; en la soledad y en el compartir, en los fracasos y persecuciones, en sus sufrimientos y en el gozo.
“Deja que todo esté abierto a Dios y para ello opta por Él, elige a Dios una y otra vez. No te desalientes porque tienes la fuerza del Espíritu Santo para que sea posible.” (Papa Francisco, Exhortación Apostólica Gaudete et exultate n. 15)
MEDITACIÓN
“El Hijo de Dios hecho Hijo de la Virgen aprendió a orar conforme a su corazón de hombre… Pero su oración brota de una fuente distinta… Aquí comienza a revelarse la novedad de la oración en la plenitud de los tiempos: la oración filial, que el Padre esperaba de sus hijos va a ser vivida por fin por el propio Hijo único en su humanidad, con los hombres y a favor de ello.
La oración de Jesús ante los acontecimientos de salvación que el Padre le pide que cumpla es una entrega, humilde y confiada, de su voluntad humana a la voluntad amorosa del Padre.” Catecismo de la Iglesia Católica nn. 2599 y 2600.
ORACIÓN
“Dios es mi Padre, qué feliz soy.
Yo soy su hijo, soy hijo de Dios”
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