DOMINGO I DE ADVIENTO- CICLO B
29 de noviembre de 2020
EVANGELIO: Mc 13, 33-37
“En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Estad atentos, vigilad: pues no sabéis cuándo es el momento.
Es igual que un hombre que se fue de viaje, y dejó su casa y dio a cada uno de sus criados su tarea, encargando al portero que velara.
Velad entonces, pues no sabéis cuándo vendrá el señor de la casa, si al atardecer, o a medianoche, o al canto del gallo, o al amanecer: no sea que venga inesperadamente y os encuentre dormidos.
Lo que os digo a vosotros, lo digo a todos: ¡Velad!».”
COMENTARIO A LA PALABRA
Comenzamos un nuevo año litúrgico, guiado por el evangelista san Marcos. El panorama de las lecturas bíblicas ha cambiado; sin embargo, la primera parte del Tiempo de Adviento es una prolongación de la solemnidad de Cristo Rey que celebramos la semana pasada. Sabemos que la realidad en la que vivimos no está presente Cristo Rey, pero lo celebramos avivando nuestro anhelo y este Tiempo litúrgico que comenzamos, nos enseña a vivir en esperanza los misterios divinos que habrán de cumplirse en los últimos tiempos.
Llama la atención que la lectura de hoy no comienza por el principio del evangelio de San Marcos, sino por el final, ya que está situado justo antes de comenzar el evangelio de la Pasión; sin embargo forma parte de la sabiduría de la Iglesia, prepararnos previamente al nacimiento de Jesús, con textos apocalípticos o parabólicos, que nos recuerden los tiempos mesiánicos y la llegada del Hijo del Hombre al final de la historia.
En este contexto estaba hablando Jesús a sus discípulos alertándoles a la vigilancia. La comparación que hace con el hombre que se fue de viaje y dejó su casa es Él mismo, que tras su Ascensión al cielo, dejó la Iglesia en la tierra y. si el dueño no está en casa, se puede llenar de suciedad y de inmundicia. Pero antes encargó a cada criado su tarea y encomendó al portero que velara. Algunos interpretan que los criados son los feligreses de la parroquia y el portero, el sacerdote. No hay ninguno sin misión, a todos les encomienda la evangelización. Y al final insiste en que lo de velar no lo dice solo por los discípulos, a quienes iba dirigida esta parábola, sino por todos. Somos hijos de la luz, y no podemos vivir como hijos de las tinieblas.
La venida del Señor en la parábola se indica en las cuatro vigilias, de tres horas cada uno, en las que se dividía la noche: anochecer, medianoche, canto del gallo y amanecer, no por el día.
El Señor tiene que venir a nuestras vidas sombrías porque necesitamos conversión y éste es un buen momento para volver a empezar otro año litúrgico esperando que Dios reine en nuestras vidas.
MEDITACIÓN
Al celebrar anualmente la liturgia de Adviento, la Iglesia actualiza esta espera del Mesías: participando en la larga preparación de la primera venida del Salvador, los fieles renuevan el ardiente deseo de su segunda Venida. (Catecismo n.524).
«Vela el que tiene los ojos abiertos en presencia de la verdadera luz; vela el que observa en sus obras lo que cree; vela el que ahuyenta de sí las tinieblas de la indolencia y de la ignorancia». (San Gregorio Magno).
“Levantémonos de una vez, ya que la Escritura nos exhorta y nos dice: Ya es hora de levantarnos del sueño (Rm 13,11). Abramos los ojos a la luz divina, y oigamos con oído atento lo que diariamente nos amonesta la voz de Dios…” (Regla de san Benito, Prólogo, 8-9).
ORACIÓN
¡El Señor llega ya!
No durmáis, despertad;
avivad vuestro anhelo,
su retorno, esperad.
Porteros o criados,
unidos trabajad.
La mies es abundante,
no os paréis, caminad.
El Señor cerca está,
su morada ampliad;
Hermanos verdaderos
en busca de paz;
tras la doctrina auténtica,
pastores, vigilad.
No os amoldéis al mundo,
servid a la verdad.
Encended vuestra vela,
y juntos celebrad,
la espera deseada
del Señor, que vendrá.
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