DOMINGO XXXII DEL TIEMPO ORDINARIO- Ciclo B
7 de Noviembre de 2021
Evangelio: Mc 12, 38-44
En aquel tiempo, Jesús, instruyendo al gentío, les decía: «¡Cuidado con los escribas! Les encanta pasearse con amplio ropaje y que les hagan reverencias en las plazas, buscan los asientos de honor en las sinagogas y los primeros puestos en los banquetes; y devoran los bienes de las viudas y aparentan hacer largas oraciones. Esos recibirán una condenación más rigurosa».
Estando Jesús sentado enfrente del tesoro del templo, observaba a la gente que iba echando dinero: muchos ricos echaban mucho; se acercó una viuda pobre y echó dos monedillas, es decir, un cuadrante. Llamando a sus discípulos, les dijo «En verdad os digo que esta viuda pobre ha echado en el arca de las ofrendas más que nadie. Porque los demás han echado de lo que les sobra, pero esta, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir».
COMENTARIO A LA PALABRA
El Evangelio hoy nos llama a abrir nuestro corazón al amor. A amar como Dios nos ama en su Hijo: Amor que nos manifestó en la entrega total de sí mismo. Es decir, Jesús nos llama a dar nuestras vidas: todo lo que somos y tenemos; a convertirnos en ofrenda para Dios y para los hermanos. Ofrenda que se entrega sin reservas, sin límites, con un corazón totalmente generoso.
Dios nos ha dado mucho para que nosotros podamos darlo. Por tanto, estamos llamados a entregarlo todo, aún si nuestra ofenda es pobre e insignificante. Pues para Dios el valor de nuestras ofrendas no está en cuánto damos, si es mucho o es poco, sino en el amor que ponemos en ella, porque el que ama lo da todo, hasta su propia vida.
Y para enseñarnos esto, Jesús nos invita a mirar a una viuda pobre. Una mujer que se siente llamada a dar como ofrenda lo poco que tiene: dos monedillas; todo lo que tenía para vivir. Su ofrenda era pobre, pero su amor y su deseo de entregarse era más grande y más valioso que todo. Su ofrenda, para los ojos humanos no era nada, pero para Dios fue una ofrenda agradable y preciosa, digna de alabanza. Porque detrás de esas monedillas, se estaba entregando ella misma. Esta pobre mujer dio más que todos, porque era rica en su corazón. Amaba a Dios sobre todas las cosas. Dios era todo para ella. Amaba a Dios con todo su corazón y toda su alma y se sentía amada por Él. En Dios estaba puesta su confianza y no quedó defraudada. Él era toda su riqueza, por eso le dio todo, no se reservó nada.
No olvidemos que Dios nos ha bendecido y ha llenado nuestras vidas de sus dones; pero no nos pertenecen; debemos dar como Dios nos da. Pues todo es gracia. Y el mayor don que Dios nos ofreció fue su Hijo Jesucristo, que se entregó por amor a nosotros. En Él Dios nos ha dado todo, no se ha reservado nada. Su entrega obtuvo un valor inmenso: nuestra redención.
Pidamos al Espíritu Santo que inflame nuestro corazón de amor y deseo ardiente de entregarnos con Jesús Eucaristía como ofrenda agradable para Dios y los hermanos.
MEDITACIÓN
Debéis dar lo que os cueste alguna cosa. No basta con dar solamente eso de lo que podéis prescindir, sino también de aquello de lo que no podéis ni queréis prescindir, aquellas cosas a las cuales estáis atadas. Entonces vuestro don llegará a ser un sacrificio precioso a los ojos de Dios… A eso yo le llamo el amor en acto. Todos los días veo crecer este amor, en los niños, en los hombres y en las mujeres. Un día bajaba yo por la calle; un mendigo se me acerca y me dice: «Madre Teresa, todo el mundo te hace regalos; también yo quiero darte alguna cosa. Hoy he recibido tan sólo veintinueve céntimos en todo el día y te los quiero dar.» Reflexioné un momento; si acepto estos veintinueve céntimos (que no valen prácticamente nada), él corre el riesgo de no poder comer nada esta noche, y si no se los acepto, le voy a dar un disgusto. Entonces, extendí la mano y cogí el dinero. Nunca jamás he visto sobre ningún rostro tanto gozo como en el de este hombre, por el mero hecho de haber podido dar algo a Madre Teresa ¡Se sintió muy feliz! Fue para él, que había mendigado todo el día bajo el sol, un enorme sacrificio el darme esta irrisoria cantidad con la que no se podía hacer nada. Pero fue maravilloso también porque estas pequeñas monedas, a las que renunciaba, llegaban a ser una gran fortuna porque habían sido dadas con tanto amor. (Santa Teresa de Calcuta)
ORACIÓN
Padre. Padre. Padre. Me pongo en tus manos.
Haz de mi lo que quiera, sea lo que sea, te doy las gracias.
Lo acepto todo con tal que tu voluntad se cumpla en mí
y en todas tus criaturas.
No deseo nada más Padre. No deseo nada más.
Yo te ofrezco mi alma y te la doy con todo el amor de que soy
capaz, porque deseo darme, ponerme en tus manos sin medida,
con infinita confianza porque tu eres mi Padre. ( Beato Carlos de Foucauld)
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