DOMINGO XXXIII DEL T. ORDINARIO – Ciclo B
14 de noviembre de 2021
Evangelio: Mc 13,24-32
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«En aquellos días, después de la gran angustia, el sol se oscurecerá, la luna no dará su resplandor, las estrellas caerán del cielo, los astros se tambalearán.
Entonces verán venir al Hijo del hombre sobre las nubes con gran poder y gloria; enviará a los ángeles y reunirá a sus elegidos de los cuatro vientos, desde el extremo de la tierra hasta el extremo del cielo.
Aprended de esta parábola de la higuera: cuando las ramas se ponen tiernas y brotan las yemas, deducís que el verano está cerca; pues cuando veáis vosotros que esto sucede, sabed que él está cerca, a la puerta. En verdad os digo que no pasará esta generación sin que todo suceda. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán. En cuanto al día y la hora, nadie lo conoce, ni los ángeles del cielo ni el Hijo, solo el Padre».
COMENTARIO A LA PALABRA
Estamos finalizando el año litúrgico, hoy celebramos el penúltimo domingo del tiempo ordinario. La liturgia nos llama a la conversión, a estar preparados para la venida gloriosa de nuestro Señor Jesucristo.
En el evangelio Jesús nos revela lo que va a suceder al final de los tiempos de la historia humana; vamos a pasar por momentos difíciles de incertidumbre, de miedo, de guerra, de angustia, de persecución… Pero, en medio de las catástrofes, en los momentos de oscuridad el mensaje es consolador: VEREMOS AL HIJO DEL HOMBRE CON GRAN PODER Y GLORIA.
Hay que estar atentos a los signos de los tiempos, porque Dios nos habla a través de ellos. Y entenderlos significa acoger la Palabra de Dios, recibir a Cristo como el Rey de la gloria, dejar que Él reine en nuestra vida.
No nos dejemos llevar por el engaño de pensar que todo esto que nos dice el Señor, es una historia antigua que ya pasó. NO. Las Palabras del Señor son vivas, son Palabras auténticas. Lo que Él dice lo hace: «El cielo y la tierra pasarán, pero mis Palabras no pasarán». NO NOS ENGAÑEMOS.
Dios no quiere que tengamos miedo, sino que estemos preparados para el encuentro definitivo con ÉL. No sabemos el día ni la hora de su venida, pero cada día es propicio para el encuentro con Jesús.
El Señor está cerca, a la puerta. Te llama. ¡ÁBRELE!
Meditación
«Que nadie pretenda conocer el último día, es decir, cuándo ha de llegar. Pero estemos todos en vela mediante una vida recta, para que nuestro último día particular no nos halle desprevenidos, pues de la forma como haya dejado el hombre su último día, así se encontrará en el último del mundo. Serán las propias obras las que eleven u opriman a cada uno… ¿Quién ignora que es una pena tener que morir necesariamente y, lo que es peor, sin saber cuándo? La pena es cierta e incierta la hora; y, de las cosas humanas, solo de esta pena tenemos certeza absoluta»
(Manuel Garrido Bonaño, Sermón 97, 1-2)
Oración
Concédenos, Señor, que estos dones, ofrecidos ante la mirada de tu majestad, nos consigan la gracia de servirte y nos obtengan el fruto de una eternidad dichosa. Por Jesucristo, nuestro Señor.
(Oración sobre las ofrendas)
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