SOLEMNIDAD DE JESUCRISTO, REY DEL UNIVERSO
20 de noviembre de 2022
EVANGELIO: Lc 23, 35-43
En aquel tiempo, los magistrados hacían muecas a Jesús diciendo: «A otros ha salvado; que se salve a sí mismo, si él es el Mesías de Dios, el Elegido». Se burlaban de él también los soldados, que se acercaban y le ofrecían vinagre, diciendo: «Si eres tú el rey de los judíos, sálvate a ti mismo». Había también por encima de él un letrero: «Este es el rey de los judíos». Uno de los malhechores crucificados lo insultaba diciendo: «¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros». Pero el otro, respondiéndole e increpándolo, le decía: «¿Ni siquiera temes tú a Dios, estando en la misma condena? Nosotros, en verdad, lo estamos justamente, porque recibimos el justo pago de lo que hicimos; en cambio, este no ha hecho nada malo». Y decía: «Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino». Jesús le dijo: «En verdad te digo: hoy estarás conmigo en el paraíso».
COMENTARIO A LA PALABRA
Próximos a culminar este año litúrgico, la Iglesia nos invita a celebrar en este día la Solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo. Fiesta que nos llama a adorar, alabar y bendecir a Jesús nuestro Rey y Señor y a Dios nuestro Padre, porque por su infinito amor, por la cruz gloriosa de su Hijo, “nos ha hecho capaces de compartir la herencia del pueblo santo en la luz; Él nos ha sacado del dominio de las tinieblas y nos ha trasladado al reino del Hijo de su amor.” Sí, Jesús es nuestro único y verdadero Rey y nosotros estamos llamados a reinar con Él para siempre; a esto, estamos llamados desde siempre: este es nuestro destino final.
El Evangelio de este día nos ofrece rasgo de cómo Jesús ejerce su soberanía: Jesús es un rey de amor, paz y justicia. Un Rey que nos ama, perdona, sana, salva y redime. Es un Rey que camina con nosotros, es más, que lleva la delantera guiándonos por caminos de vida. Es un rey que no es indiferente a nuestra fragilidad, sino al contrario, le importa lo que nos sucede y se compadece de nuestras miserias, sufrimientos y debilidades. Un rey que no busca su propia salvación sino la nuestra, hasta el punto incluso, de entregar su propia vida por salvación de todos los hombres. Prueba de ello, lo vemos en el Evangelio, cuando nos relata el momento de su pasión. Jesús, teniendo la posibilidad de salvar su propia vida, no lo acepta, sino calla, padece pacientemente con amor y entrega su vida para nuestra salvación. Este es nuestro Rey.
Por tanto esta solemnidad es una llamada a renovar nuestro deseo de que Jesús reine en nuestras vidas, tome posesión de lo que es suyo, que ejerza el control de nuestra existencia y nos lleve a reinar con Él para siempre. Hoy es el día propicio para decir al Señor: limpia, lava y purifica mi vida de todo aquello que me impide que Tú la gobiernes. Toma mi corazón, hoy te lo abro para que Tú gobiernes sobre mi vida. Y también digámosle hoy con fe: soy pecador, pero «Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino», para que Él nos responda: «En verdad te digo: hoy estarás conmigo en el paraíso».
Que el Espíritu Santo nos ayude a tener fijos nuestros ojos en nuestro Rey. Él nos espera siempre con los brazos abiertos, para compartir con nosotros todo lo que es suyo: su reino de amor, paz y justicia. ¡Hosanna al Rey de Reyes!
Meditación
Si, como dice nuestro Señor y Salvador, el reino de Dios no ha de venir espectacularmente, ni dirán: «Vedlo aquí o vedlo allí», sino que el reino de Dios está dentro de nosotros, pues cerca está la palabra, en nuestra boca y en nuestro corazón, sin duda cuando pedimos que venga el reino de Dios lo que pedimos es que este reino de Dios, que está dentro de nosotros, salga afuera, produzca fruto y se vaya perfeccionando. Efectivamente, Dios reina ya en cada uno de los santos, ya que éstos se someten a su ley espiritual, y así Dios habita en ellos como en una ciudad bien gobernada. En el alma perfecta está presente el Padre, y Cristo reina en ella junto con el Padre, de acuerdo con aquellas palabras del Evangelio: Vendremos a fijar en él nuestra morada. Este reino de Dios que está dentro de nosotros llegará, con nuestra cooperación, a su plena perfección cuando se realice lo que dice el Apóstol, esto es, cuando Cristo, una vez sometidos a él todos sus enemigos, entregue el reino a Dios Padre, para que Dios sea todo en todo. Por esto, rogando incesantemente con aquella actitud interior que se hace divina por la acción del Verbo, digamos a nuestro Padre que está en los cielos: Santificado sea tu nombre, venga tu reino.
(Orígenes)
Oración
“Dios todopoderoso y eterno, que quisiste fundar todas las cosas en tu Hijo muy amado, Rey de Universo, haz que toda la creación, liberada de la esclavitud del pecado, sirva a tu majestad y te glorifique sin fin. Por nuestro Señor Jesucristo. Amén.(Oración colecta)
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