DOMINGO XVII DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO A
26 de julio de 2020
Mt 13, 44-46
En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente:
«El reino de los cielos se parece a un tesoro escondido en el campo: el que lo encuentra, lo vuelve a esconder y, lleno de alegría, va a vender todo lo que tiene y compra el campo. El reino de los cielos se parece también a un comerciante de perlas finas, que al encontrar una de gran valor se va a vender todo lo que tiene y la compra.
El reino de los cielos se parece también a la red que echan en el mar y recoge toda clase de peces: cuando está llena, la arrastran a la orilla, se sientan y reúnen los buenos en cestos y los malos los tiran.
Lo mismo sucederá al final de los tiempos: saldrán los ángeles, separarán a los malos de los buenos y los echarán al horno de fuego. Allí será el llanto y el rechinar de dientes.
¿Habéis entendido todo esto?».
Ellos le responden:
«Sí».
Él les dijo:
«Pues bien, un escriba que se ha hecho discípulo del reino de los cielos es como un padre de familia que va sacando de su tesoro lo nuevo y lo antiguo».
COMENTARIO A LA PALABRA
El reino de los cielos se parece a un tesoro escondido en el campo, el que lo encuentra, lo vuelve a esconder y lleno de alegría vende lo que tiene y compra el campo. También dice Jesús que el reino de los cielos se parece a un comerciante en perlas finas que al encontrar una de gran valor, vende todo y la compra.
El que encuentra el tesoro escondido y el comerciante en perlas finas, somos nosotros; el tesoro y la perla, lo tenemos en nuestro interior. Dios en su determinación eterna de ser Dios con nosotros, en Jesucristo, su Hijo, nos dio el Espíritu con sus dones. Éste es el tesoro escondido, la perla de gran valor. Ésto, la misma vida de Dios que recibimos como regalo en nuestro bautismo, es lo que tenemos que desenterrar y buscar en nuestro interior dejando que de fruto en nosotros, vendiendo todo lo demás: Vivir en la verdad, no en la mentira; no poner nuestra seguridad en el dinero, no fiarnos más de nuestros recursos y poder, que de Dios; no despreciar al hermano, no estar apegados egoístamente a nuestro yo. Debemos vender todo lo que nos estorba para que esta semilla de la vida de Dios en nosotros, vaya desarrollándose hasta que llegue a su plenitud, hasta que la imagen de Dios aparezca radiante en nuestro rostro desfigurado por el pecado.
MEDITACIÓN
“Conviértete a Dios de todo corazón, despréndete de este mundo miserable, y tu alma encontrará la paz. Toda su gloria y hermosura está en lo interior y allí se complace. Tiene él un frecuente trato con el hombre interior, platica dulcemente con él, lo consuela dulcemente, le infunde una paz profunda y tiene con él una familiaridad admirable en extremo”. Del libro de la Imitación de Cristo.
“Todo eso que para mí era ganancia, lo consideré pérdida comparado con Cristo; más aún, todo lo estimo pérdida, comparado con la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor.” (Fp 3, 7-8)
ORACIÓN
Recibe, Señor las ofrendas que podemos presentar gracias a tu generosidad, para que estos santos misterios, donde tu Espíritu actúa eficazmente, santifiquen los días de nuestra vida y nos conduzcan a las alegrías eternas. (Oración sobre las ofrendas)
Debemos vender todo lo que nos ata y buscar el conocimiento del plan de Dios que da sentido a nuestra vida.
Este vender cuesta sufrimiento, abnegación, desprendimiento. No es fácil.
Como a san Pablo, a nosotros también nos basta su gracia. ( 2Cor 12,9) .
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