DOMINGO XIII TIEMPO ORDINARIO– CICLO A
2 de Julio de 2023
Evangelio: Mateo 10, 37-42
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles:
«El que quiere a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; el que quiere a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí; y el que no carga con su cruz y me sigue, no es digno de mí.
El que encuentre su vida la perderá, y el que pierda su vida por mí, la encontrará. El que os recibe a vosotros, me recibe a mí, y el que me recibe, recibe al que me ha enviado; el que recibe a un profeta porque es profeta, tendrá recompensa de profeta; y el que recibe a un justo porque es justo, tendrá recompensa de justo.
El que dé a beber, aunque no sea más que un vaso de agua fresca, a uno de estos pequeños, solo porque es mi discípulo, en verdad os digo que no perderá su recompensa».
COMENTARIO A LA PALABRA
Termina hoy Mateo, con estas palabras, el llamado “Discurso apostólico”, que abarca todo el capítulo 10 de su Evangelio. Les ha dado instrucciones a sus discípulos sobre la austeridad en el equipaje, sobre las persecuciones que tendrán, y la confianza en la providencia.
Hoy, la radicalidad del mensaje es evidente. Son frases lapidarias que parecen una “exageración”. ¿Es necesario “tanto” para seguir al Señor? ¿Posponer padre y madre? ¿E incluso a sí mismo? Jesús está tratando de ordenar la escala de prioridades de nuestra vida. Sí, es importante amar a nuestros padres, a nuestros hijos. De hecho, hay también un mandamiento que dice: “Honra a tu padre y a tu madre” (Éx 20, 12). Pero ese es el cuarto mandamiento. El primero es: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente (Mt 22, 37). El amor por Cristo, cuando se ha escuchado su llamada (recordemos que el versículo 1 de este capítulo 10 narra la llamada de los doce), ha de ser puesto a prueba hasta el punto de abandonar padre, madre e hijos por seguirle. Esto también será motivo de sufrimiento para sus apóstoles: es la cruz que hay que tomar tras de él.
Ciertamente, los que hemos recibido una vocación de particular seguimiento de Jesús, lo hemos realizado literalmente: hemos abandonado padre y madre, y hemos renunciado a tener una descendencia. Pero todo cristiano está llamado a “obedecer a Dios antes que a los hombres” (Hch 5,30). También en otros pasajes evangélicos Jesús es radical en su llamamiento: “No se puede servir a dos señores” (Mt 6, 24); “El que no está conmigo está contra mí” (Mt 12, 30). Y en la vida, en ocasiones, habrá que tomar postura determinante por Cristo: en cuestiones económicas, sociales, de defensa de la vida… En tantas ocasiones tendremos que “tomar la cruz” de la incomprensión o el rechazo. Esto será el “perder la vida por Cristo”, para encontrar la VIDA verdadera, la de Cristo.
Jesús se identifica con nosotros: “el que os recibe a vosotros, me recibe a mí”. Desde nuestro bautismo estamos habitados por Él, y su Espíritu Santo nos fortalece para que nuestro testimonio sea según describe S. Pablo en la segunda lectura a los bautizados: “muertos al pecado y vivos para Dios en Cristo Jesús”.
Meditación
Aquel que había dicho antes: “No he venido a traer la paz sino la espada y a separar al hombre de su padre, de su madre y de su suegra”, añade a fin de que nadie anteponga el sentimiento a la fe, lo siguiente: “El que ama al padre o a la madre más que a Mí, no es digno de Mí”. También en el “Cantar de los cantares” se dice: “El ordenó en mí el amor” ( Cant 2,4). En todo amor es indispensable este orden: Ama, después de Dios, al padre, a la madre y a los hijos. Y si fuere necesario elegir entre el amor de los padres y de los hijos y el de Dios y no se pudiese amar al mismo tiempo a todos, el abandono de los primeros no es más que una piedad para con Dios. No prohibió, pues, amar al padre, a la madre y a los hijos, pero añade de una manera significativa “más que a Mí”.
(S. Jerónimo)
Oración
“Escucha, Israel: El Señor es nuestro Dios, el Señor es uno solo. Amarás, pues, al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas. Estas palabras que yo te mando hoy estarán en tu corazón, se las repetirás a tus hijos y hablarás de ellas estando en casa y yendo de camino, acostado y levantado; las atarás a tu muñeca como un signo, serán en tu frente una señal; las escribirás en las jambas de tu casa y en tus portales.” Dt 6, 4-9
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