XXX DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO C
23 de Octubre de 2022
EVANGELIO: Lc 18, 9-14
«En aquel tiempo, Jesús dijo esta parábola a algunos que confiaban en sí mismos por considerarse justos y despreciaban a los demás:
«Dos hombres subieron al templo a orar. Uno era fariseo; el otro, publicano. El fariseo, erguido, oraba así en su interior:
“¡Oh Dios!, te doy gracias porque no soy como los demás hombres: ladrones, injustos, adúlteros; ni tampoco como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago el diezmo de todo lo que tengo”.
El publicano, en cambio, quedándose atrás, no se atrevía ni a levantar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: “¡Oh Dios!, ten compasión de este pecador”.
Os digo que este bajó a su casa justificado, y aquel no. Porque todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido».»
COMENTARIO A LA PALABRA
El domingo pasado el Evangelio nos presentaba a un juez injusto. Este domingo, al Juez justo. Domingo en que celebramos la Jornada Mundial por las misiones (el “Domund”). La justicia aparece en todas las lecturas. En la primera: “el Señor es juez… juzga a los justos y les hace justicia”. San Pablo en la segunda, se refiere al Señor como “el juez justo”. Confía en su justicia: “me está reservada la corona de la justicia”. Como tuvo la experiencia de “ser librado” por él, sabe que “el Señor continuará librándole de toda obra mala y que le salvará llevándole a su reino celestial”. Justicia que, como expuso en su carta a los Romanos, nos viene por la fe en Jesucristo: “Pues… todos pecaron y están privados de la gloria de Dios, y son justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención realizada en Cristo Jesús” (Rom 3,21-24).
En el evangelio Jesús nos expone una parábola. ¿A quién va dirigida? “A algunos que confiaban en sí mismos”, a aquellos cuyo centro de confianza no está en Dios, sino en ellos mismos. ¿Por qué? “Por considerarse justos”. ¿Qué consecuencia inmediata trae esta actitud? “Despreciaban a los demás”. Al final Jesús, como juez justo emite una sentencia: “Os digo que… todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido”.
El Catecismo nos dice que “la justicia es la virtud moral que consiste en la constante y firme voluntad de dar a Dios y al prójimo lo que les es debido” (CIC 1807). Ese fariseo se consideraba justo, pero, ¿lo era? ¿Daba acaso a Dios lo que le es debido? “La alabanza y la gloria y la sabiduría y la acción de gracias y el honor y el poder y la fuerza son de nuestro Dios, por los siglos de los siglos. Amén” (Ap 7,12). Más bien, todo esto se lo atribuye a sí mismo. ¿Y daba al prójimo lo que también le es debido? Por las palabras que dirige a “los demás hombres que no son como él” y a aquel publicano… ¿qué podríamos deducir que cree que les son debido? ¿Castigo, reproche, corrección, condena? ¿Y a él entonces, el premio, el aplauso, la aprobación y la salvación? ¡Ojo! Estemos vigilantes con el fariseo de nuestro templo interior, que se puede despertar…
La imagen que tenemos de nosotros mismos se refleja nuestra oración e influye en nuestra relación con el prójimo. ¿Cómo es? ¿Infravalorada? Si no me acepto o no me valoro, quizá iré reclamando que los demás lo hagan por mí, o que me cueste aceptar al hermano. ¿“Hinchada”, como la de este fariseo? Quizá nos lleve a despreciar o a criticar al hermano… La imagen que nos hemos hecho de Dios también se refleja en nuestra oración. ¿Cómo es? ¿Cómo me dirijo a Dios? Él ve en cada uno de nosotros a su Hijo amado. Somos obra suya, creados a su imagen y semejanza.
Podríamos aprender de Jesús cómo Él se relacionaba con su Padre. ¿Cómo fue su oración? ¡Cuántos pasajes del Evangelio nos presentan a Jesús orando! Lc 10,21-22; Lc 22,42; Mt 11,25-27; Jn 17… ¡Sería interesante comparar su oración con la de este fariseo, o con la nuestra! Comparar mi oración con la del único que tendría que hacerlo, con la de Jesús, que para eso es nuestro Maestro, para aprender de Él. Un Maestro que cada día nos instruye, fortalece y acompaña con su Espíritu Santo en nuestro templo interior, abierto las 24h del día, los 7 días de la semana, los 365 días del año. ¡Permanezcamos en Él!
MEDITACIÓN
“De cuatro maneras suele demostrarse la hinchazón con que se da a conocer la arrogancia. Primero, cuando cada uno cree que lo bueno nace exclusivamente de sí mismo; luego cuando uno, convencido de que se le ha dado la gracia de lo alto, cree haberla recibido por los propios méritos; en tercer lugar cuando se jacta uno de tener lo que no tiene y finalmente cuando se desprecia a los demás queriendo aparecer como que se tiene lo que aquéllos desean. Así se atribuye a sí mismo el fariseo los méritos de sus buenas obras”. (San Gregorio)
“En este sermón propone dos conductores y dos carros en un sitio. En uno la justicia unida a la soberbia, en el otro el pecado con la humildad. El del pecado se sobrepone al de la justicia, no por sus propias fuerzas, sino por la virtud de la humildad que lo acompaña. El otro queda vencido, no por la debilidad de la justicia, sino por el peso y la hinchazón de la soberbia. Porque así como la humildad supera el peso del pecado y saliendo de sí llega hasta Dios, así la soberbia, por el peso que toma sobre sí, abate la justicia”.
(San Juan Crisóstomo)
ORACIÓN
Ven, Espíritu Santo, ¡muévenos!
Danos tu fuerza y tu inspiración para salir del terreno conocido
e ir más lejos, más allá, ¡hasta el confín de la tierra!
Llévanos a redescubrir la alegría de la fe compartida,
comunicada con las obras sencillas y con esa palabra justa
que Tú das en el momento preciso y en el modo apropiado.
Sigue moviendo a los misioneros, y muévenos también a nosotros
a ir más allá con nuestra oración y con nuestra caridad.
Haznos vivir la misión para ser lo que realmente somos:
testigos de Cristo y de su amor. Amén. (Oración del Domund 2022)
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