SOLEMNIDAD DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD
4 de Junio de 2023
Evangelio: Jn 3, 16-18
Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Unigénito, para que todo el que cree en él no perezca, sino que tenga vida eterna.
Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.
El que cree en él no será juzgado; el que no cree ya está juzgado, porque no ha creído en el nombre del Unigénito de Dios.
COMENTARIO A LA PALABRA
Dios te ama; y ha enviado a su Hijo al mundo, para que, si crees en Él tengas vida eterna.
Dios es amor. Estas palabras resumen la solemnidad que hoy celebramos. Es amor y te ama, sí, y quiere darte a gustar su misma vida.
Fuimos bautizados en el Nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Hemos sido sumergidos en este caudal de vida divina, plena, gozosa. Estamos empapados, no sólo exteriormente, sino que el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones (Rm 5,5).
Vida eterna, eternidad, palabras que dan vértigo. Realidad que nos sobrepasa y hasta nos sobrecoge, realidad a la que no podemos ni queremos renunciar.
La buena noticia es que para vivirla no hay que esperar más, sino que ya desde ahora estamos llamados a experimentar la inhabitación de la Trinidad en nosotros, esto es, que Dios mismo vive en nosotros.
Pero ¿cómo acceder a esta Vida? ¿Cómo hacer realidad este anhelo?
El Evangelio de hoy nos sorprende y nos señala un camino: aparentemente no nos habla de la Trinidad, estas breves perícopas forman parte del encuentro de un hombre con Jesucristo. Pues bien, así comienza el ejercicio de la vida trinitaria que hoy se nos propone.
Primero, escucha las palabras de Jesús, deja que te intrigue su forma de actuar, de callar, de celebrar, de acercarse a los demás; de ser LIBRE. Búscale, si no te animas a hacerlo durante el día, a la vista de todos, vete aunque sea por la noche y solo entra en tu cuarto, cierra la puerta, y tu Padre que ve en lo escondido te premiará (Mt 6,6). Pide al Espíritu Santo que llene tu corazón y encienda la llama del Amor, que te ayude a entender la historia de salvación, que te ayude a entender tu propia historia. Que te revele que JESÚS, QUE MURIÓ POR TI Y A QUIEN DIOS RESUCITÓ, ES EL SEÑOR.
Elige hoy dedicarle un momento. Ejercitarte en esta vida trinitaria, es esta experiencia del Dios compasivo y misericordioso, lento a la cólera, rico en piedad y leal (Ex 34,6); experiencia de amor, sanación y salvación. Dios no ha venido a condenarte, sino a salvarte. Solo hay una condición: CREE EN ÉL.
Meditación y Oración
Celebramos hoy la Jornada Pro Orantibus, de oración por los que oran. Os invitamos realizar una oración por todos ellos:
“Trinidad Santísima, beata y beatificante, haz dichosos a tus hijos e hijas que has llamado a confesar la grandeza de tu amor, de tu bondad misericordiosa y de tu belleza.
Padre Santo, santifica a los hijos e hijas que se han consagrado a ti para la gloria de tu nombre. Acompáñales con tu poder, para que puedan dar testimonio de que Tú eres el Origen de todo, la única fuente del amor y la libertad. Te damos gracias por el don de la vida consagrada, que te busca en la fe y, en su misión universal, invita a todos a caminar hacia ti.
Jesús Salvador, Verbo Encarnado, así como has dado tu forma de vivir a quienes has llamado, continúa atrayendo hacia ti personas que, para la humanidad de nuestro tiempo, sean depositarias de misericordia, anuncio de tu retorno, y signo viviente de los bienes de la resurrección futura. ¡Ninguna tribulación los separe de ti y de tu amor!
Espíritu Santo, Amor derramado en los corazones, que concedes gracia e inspiración a las mentes, Fuente perenne de vida, que llevas la misión de Cristo a su cumplimiento con numerosos carismas, te rogamos por todas las personas consagradas. Colma su corazón con la íntima certeza de haber sido escogidas para amar, alabar y servir. Haz que gusten de tu amistad, llénalas de tu alegría y de tu consuelo, ayúdalas a superar los momentos de dificultad y a levantarse con confianza tras las caídas, haz que sean espejo de la belleza divina. Dales el arrojo para hacer frente a los retos de nuestro tiempo y la gracia de llevar a los hombres la benevolencia y la humanidad de nuestro Salvador Jesucristo (cf. Tt 3, 4).”
(San Juan Pablo II. Exhortación apostólica Vita consecrata n. 111.)
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