DOMINGO I DE CUARESMA – CICLO B
21 de febrero de 2021
Evangelio: Mc 1,12-15.
En aquel tiempo, el Espíritu empujó a Jesús al desierto. Se quedó en el desierto cuarenta días, siendo tentado por Satanás; vivía con las fieras y los ángeles lo servían. Después de que Juan fue entregado, Jesús se marchó a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios; decía: «Se ha cumplido el tiempo y está cerca el reino de Dios. Convertíos y creed en el Evangelio».
COMENTARIO A LA PALABRA
Empezamos la Cuaresma, un itinerario de cuarenta días que nos conducirá al gran misterio, ya revelado en Jesucristo: “La Pascua de la Resurrección”. Es también un tiempo que nos hace recordar los cuarenta años que el pueblo estuvo en el desierto. Allí, en medio de pruebas y tentaciones ha podido experimentar la fidelidad y la grandeza de Dios. Además, tenemos en mente los cuarenta días del diluvio que se menciona hoy en la primera lectura: hechos del Antiguo Testamento y que se cumplen en Jesucristo en el Nuevo Testamento.
San Marcos narra, de manera sucinta sin detalles, el momento en que Cristo fue tentado por el diablo. Así nos da la clave a fin de que renovemos nuestro interior en este tiempo.
Jesucristo es la Clave, es el signo de la nueva alianza y nos acompañará estos cuarenta días, es el nuevo Adán, pasa por las pruebas y tentaciones de donde sale victorioso. “Y como ha pasado por la prueba del dolor puede auxiliar a los que ahora pasan por ella”. (cf Hb 2,18). Cristo es el Camino que debemos recorrer en este tiempo favorable a la conversión. Es el propio Cristo quien nos llama: “Convertíos y creed”, no en cualquier cosa, sino “en el Evangelio”.
Esta es la llamada de Cristo que nos sirve para todo el tiempo de nuestras vidas, no solo para hoy (convertíos y creed). Convertirse es abrirse a la gracia que está en la humanidad de Cristo. Convertirse y creed son las respuestas, nuestro sí a Dios y a sus planes.
“De nuestra carne y sangre participó Jesús, muriendo aniquiló al que tenía el poder de la muerte, es decir el diablo, liberó a todos que por miedo a la muerte pasaban la vida entera como esclavos”. (cf Hb 2,14)
Por ello, Jesucristo se hizo uno de nosotros y por su obediencia al Padre vence al mundo (Jn 15,18) vence la muerte y la limitación humana.
La Cuaresma puede suscitarnos muchas palabras en nuestro corazón: pruebas, desierto, soledad, comunión, fe, escucha, conversión, reflexión, fidelidad, tentación… podemos elegir otras más…pero en el centro está Jesucristo. En su persona nos ha elegido Dios.
En nuestro andar peregrino encontraremos pruebas, quizá la raíz de todas las tentaciones: querer ser dioses de nuestra propia vida, y no creer en el verdadero Dios y en sus planes. Saber Elegir los caminos del Señor con libertad y con confianza nos permite vivir una vida con paz y alegría.
En Él y en su Palabra encontraremos el refugio. “¿Quién es dios fuera de nuestro Señor? ¿Qué roca hay fuera de nuestro Dios, él nos ciñe de Valor y nos enseña el camino perfecto”.(Sal 17,32-33). Él es el soporte para que superemos las luchas, tentaciones y todas las vicisitudes de la vida; aunque tengamos que morir, nos queda la certeza: un día resucitaremos con Él.
Que el Espíritu Santo, el mismo que acompañó a Jesús desde su nacimiento hasta la muerte, se haga presente en nosotros y nos impulse al encuentro con el Señor. Que el Espíritu Santo nos ayude, nos empuje hacia el amor y la vida que es el propio Dios manifestado en Jesucristo.
Meditación
“La tentación de Jesús manifiesta la manera que tiene de ser el Mesías el Hijo de Dios, en oposición a la que le propone Satanás y a la que los hombres (cf Mt 16,21-23) le quieren atribuir. Es por eso por lo que Cristo venció al tentador a favor nuestro: “Pues no tenemos un Sumo Sacerdote que no pueda compadecerse de nuestra flaquezas, sino probado en todo igual que nosotros, excepto en el pecado” (Hb 4,15). La Iglesia se une todos los años, durante los cuarenta días de Cuaresma, al Misterio de Jesús en el desierto”.
(Catecismo de la Iglesia Católica, número 540)
Oración
“Para mí, Señor, es mejor sufrir las tribulaciones contigo que reinar sin ti, que vivir regaladamente sin ti, y que gloriarme sin ti. Es mejor para mí Señor, unirme más íntimamente a ti en la tribulación, tenerte conmigo en la hoguera que estar sin ti, incluso en el cielo”.
(San Bernardo de Claraval, Sermón sobre el salmo 90)
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