SOLEMNIDAD DE NUESTRO PADRE SANTO DOMINGO
8 de agosto 2021
Evangelio: Mt 5, 13-19
Vosotros sois la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salarán? No sirve más que para tirarla fuera y que la pise la gente. Vosotros sois la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de un monte. Tampoco se enciende una lámpara para meterla debajo del celemín, sino para ponerla en el candelero y que alumbre a todos los de casa. Brille así vuestra luz ante los hombres, para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en los cielos. No creáis que he venido a abolir la Ley y los Profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud. En verdad os digo que antes pasarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse hasta la última letra o tilde de la ley. El que se salte uno solo de los preceptos menos importantes y se lo enseñe así a los hombres será el menos importante en el reino de los cielos. Pero quien los cumpla y enseñe será grande en el reino de los cielos.
COMENTARIO A LA PALABRA
Hoy celebramos los 800 años de la entrada de Nuestro Padre Santo Domingo en la gloria del cielo. Es año jubilar para nosotros, los Dominicos, fundados desde la predicación y para la predicación, y por eso las lecturas del domingo han sido sustituidas.
La primera lectura es un himno de victoria que gritan los”vigías del Señor”, porque el Señor rescata a Jerusalén, como también rescató a la región del Languedoc en tiempos de Santo Domingo y como sigue consolando a su pueblo proclamando la Buena noticia de que Jesús es el Señor.
La segunda lectura es la base de todo predicador. Nos tiene que doler que la gente se aparte de la “doctrina sana”, que viva en el error. La evangelización conlleva adversidades y por eso necesitamos estar alerta. Santo Domingo brilló por su intranquilidad ante el dolor del prójimo. A menudo repetía en su oración: “Señor: ¿qué será de los pobres pecadores?”. La adversidad no lo acobardó ni la prosperidad lo detuvo, porque tenía su seguridad puesta en Dios. Hoy también hay muchas personas que “apartaron su oído de la verdad” y necesitan escuchar el eco de esa Palabra que libera y salva.
El Evangelio nos habla de ser luz del mundo y sal de la tierra, no se puede callar la verdad de la Palabra de Dios. No podemos esconder la luz que brilla en nosotros desde nuestro bautismo. Sin luz hay destrucción. Si nos conformamos con una luz cómoda, tranquilizadora, no se llega a transformar el mundo. Necesitamos una luz que arda con el fuego de la Palabra. A santo Domingo le llamaron desde sus orígenes con el título de “Luz de la Iglesia”. El candelero era su testimonio de santidad y su vida de oración y la lámpara la Palabra de Dios.
Pidamos en este día por todos los miembros de la Orden de Predicadores, para que iluminen las mentes confundidas por el error y extiendan por todo el mundo, con el fuego del Espíritu Santo, el vigor del Evangelio.
Meditación
Primeramente tenemos que decir que al hablar de la «Luz» en la Biblia es sinónimo de Jesucristo, porque Él es la única fuente de luz y solo con Cristo en nuestras vidas podemos ser Luz. Por lo tanto, el Señor Jesús, después de haberle hablado a sus discípulos cuáles eran las verdaderas cualidades de un servidor de Dios por medio de las Bienaventuranzas, les dijo: «vosotros sois la luz del mundo». En pocas palabras el Señor Jesús les quiso decir, que si eran humildes para buscar a Dios, se habían arrepentido con sinceridad de sus pecados, tenían mansedumbre, hambre y sed por conocimiento de Dios, practicaban la misericordia, habían limpiado su corazón de la maldad, eran pacificadores y si además estaban dispuestos a padecer persecuciones y vituperios por causa de la fe en su nombre, entonces eran Luz para este mundo. En conclusión, solo teniendo un encuentro con Jesucristo y permitiendo que Él cambie nuestras vidas, el hombre puede ser verdadera Luz para otros. Porque no se puede ser luz estando en idolatría, fornicación, adulterio, inmoralidad o cualquier tipo de pecados que anda el mundo, debido que Dios es Luz y no tinieblas en Él. (James Sandoval).
Oración
Domingo de Guzmán
luz sobre el candelero;
ilumina la Iglesia
la torna a su sendero
Conoce sus peligros,
le urge estar despierto.
Corazón sin fronteras,
compasión con empeño.
Viendo tus buenas obras,
¡den gloria al Dios del cielo!.
Esa estrella en la frente,
esa antorcha en el perro,
esa mirada limpia,
ese rostro sereno;
luz que nunca se apaga
desde su nacimiento,
luz que deja testigos,
en otro alumbramiento:
Ocho siglos de luz,
volviendo al fundamento.
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