SOLEMNIDAD DE TODOS LOS SANTOS
1 de Noviembre de 2020
Evangelio: Mt 5, 1-12a
En aquel tiempo, al ver Jesús el gentío, subió al monte, se sentó y se acercaron sus discípulos; y, abriendo su boca, les enseñaba diciendo:
«Bienaventurados los pobres en el espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos.
Bienaventurados los mansos, porque ellos heredarán la tierra.
Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados.
Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos quedarán saciados.
Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.
Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.
Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios.
Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos.
Bienaventurados vosotros cuando os insulten y os persigan y os calumnien de cualquier modo por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo».
COMENTARIO A LA PALABRA
La vida del hombre en la Tierra es una peregrinación. Somos caminantes y nuestro destino es la felicidad completa y verdadera: gozo, alegría y paz inacabables. En el Evangelio de hoy, el Maestro nos indica el camino para llegar a esta meta, ya que nos dice quiénes son los que poseen esa felicidad, de manera germinal ahora y de manera completa en la vida futura: aquellos que aman a Dios sobre todas las cosas, que le tienen como su tesoro, que se confían plenamente a Él, que le buscan con corazón puro e íntegro, que arden en hambre y sed de sentir, pensar y actuar según su voluntad y ningún sufrimiento es capaz de separarlos de Él; aquellos que también aman a su prójimo, a buenos y malos, con mansedumbre y misericordia, trabajando por la paz y la fraternidad.
Porque el que ama permanece en Dios y Dios en Él. La felicidad consiste en esto: en tener a Dios con nosotros y en ser suyos. Ninguna otra cosa es capaz de llenar nuestro corazón, ¡para esto estamos hechos y no podemos conformarnos con menos! Sí, estamos llamados a la santidad, a la plenitud en Cristo, a la plenitud en el amor y gemimos en nuestro interior hasta que esto se realice.
Ahora bien, optar por Dios y por este camino de realización también implica hacer frente a dificultades y sufrimientos en esta vida; no nos exime de padecer dudas, temores, fracasos, desalientos, incomprensiones, persecuciones… Pero pongamos los ojos en Jesús. Él es el hombre de las Bienaventuranzas: pobre, manso y humilde, puro, pacífico, misericordioso y compasivo, justo, perseguido y condenado por Amor. Y ahora, Hijo de Dios lleno de gloria y poder. Su vida, Pasión y Glorificación nos dan la certeza de que su palabra es veraz y de que, siguiendo sus pasos ciertamente llegaremos al destino deseado.
No deben distraernos otras ofertas, pues son falsas. ¿No hemos experimentado innumerables veces la insuficiencia de nuestros proyectos, posesiones y relaciones cuando buscamos en ellos todo y nos quedamos con las manos y el corazón vacíos? Tampoco deben asustarnos los obstáculos, las contrariedades del tiempo presente, ¡no deben hacernos perder la esperanza! Todo pasa menos Dios y su gracia. Y cielos nuevos y tierra nueva ciertamente llegarán.
Tenemos un testimonio más que nos anima e impulsa: el de todos los Santos cuya Solemnidad celebramos. Estos hermanos nuestros han vivido las Bienaventuranzas en distintas circunstancias de tiempo y lugar y en ellos vemos cuán hermosa es una existencia marcada por el Amor. Ellos demuestran que vale la pena perder la vida por Cristo y el Evangelio, para recuperarla transfigurada. En ellos vemos que Dios no abandona a sus hijos; al contrario, guía sus historias con amorosa providencia, les da el triunfo en todas sus batallas. Es para ellos roca que sostiene, luz que ilumina, fuerza en el camino, escudo protector. Es a la vez, el esmerado labrador que poda y la lluvia fecunda que hace florecer y fructificar nuestras vidas.
Sí, los santos fueron alcanzados por el amor de Dios y permanecieron en él con firmeza y valentía. Por esto son obras de la gracia acabadas, perfectas, magníficas. Ellos disfrutan ya de todas las promesas cumplidas: hallaron misericordia y heredaron la Tierra Prometida, suyo es el Reino de los Cielos, son saciados, consolados, ven a Dios cara a cara y son hijos suyos en plenitud, de ellos es el mismo Dios y todos sus tesoros. Grande es su recompensa y desde la gloria nos acompañan en nuestras alegrías y dificultades. Sigamos su ejemplo y encomendémonos a su poderosa intercesión para gozar un día de su compañía y de su bienaventuranza, el culmen de nuestros deseos: el abrazo eterno de Dios.
Meditación
PREGUNTAS PARA LA REFLEXIÓN
Los pobres de espíritu
¿Es Dios el tesoro de mi vida? ¿Me siento feliz por ser hijo suyo?
Los que lloran
¿Sufro con lo que hace sufrir al Corazón de Cristo y me alegro con lo que le alegra a Él? ¿Me acerco a los que sufren, consciente de que piso terreno sagrado?
Los que tienen hambre y sed de justicia
¿Aspiro a la verdad, a la justicia y a la santidad; o por el contrario, mis horizontes de vida son más bien egocéntricos?
Los misericordiosos
¿Miro a los demás, y me miro a mi mismo, con ojos y entrañas de misericordia?
Los limpios de corazón
¿Soy sencillo, puro y trasparente? ¿Actúo en la vida sin doblez?
Los que trabajan por la paz
¿Soy instrumento de paz en mi entorno? ¿He huido de complicarme la vida cuando he visto las cosas difíciles?
Los perseguidos por causa de la justicia
¿Prefiero agradar a Dios que recibir el aplauso del mundo?
Los insultados, perseguidos y calumniados de cualquier modo por causa de Jesús
¿Estoy dispuesto a pagar el precio de la esperanza cristiana, que no es otro que el martirio, en sus diversas «modalidades»?
(A la luz de su mirada. Mons. José Ignacio Munilla, 2012)
Oración
Te adoramos y admiramos, oh, Dios,
el solo Santo entre todos los santos,
e imploramos tu gracia
para que, realizando nuestra santidad en la plenitud de tu amor,
pasemos de esta mesa de los que peregrinamos,
al banquete de la patria celestial.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
(Oración después de la Comunión)
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