DOMINGO VI DE PASCUA – CICLO B
9 de mayo de 2021
Evangelio: Juan 15, 9-17
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “Como el Padre me ha amado, así os he amado yo; permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; lo mismo que yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Os he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud. Este es mi mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado. Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando. Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor: a vosotros os llamo amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer. No sois vosotros los que me habéis elegido, soy yo quien os he elegido y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto permanezca. De modo que lo que pidáis al Padre en mi nombre, os lo dé. Esto os mando: que os améis unos a otros.”
COMENTARIO A LA PALABRA
Este domingo seguimos escuchando el discurso de Jesús a sus discípulos en la Última Cena. En aquel clima tan íntimo Jesús nos abre su corazón como nunca y hoy nos hace una declaración de amor impactante: “Como el Padre me ha amado ASÍ os he amado yo” ¿Nos damos cuenta de lo que esto significa? Ante esta palabra deberíamos quedarnos sin habla y sin respiración, caer de rodillas y adorar llenos de gratitud a nuestro Salvador. Es la palabra que puede y debe cimentar toda nuestra vida.
El Padre ama al Hijo de manera absoluta: se vuelca completamente hacia Él y le da todo, incluso el ser. Le ama tanto que siendo dos personas distintas, se unen hasta ser solo Uno. Comparte con Él su vida, su divinidad. Ha creado todo por Él y para Él. Le muestra todo lo que hace, piensa y desea. Le comunica sus proyectos. Le confía la misión de reunir a sus hijos dispersos y de llevarlos a Él. Está siempre a su lado, jamás le deja solo, le escucha siempre y le da todo lo que le pide. Le glorifica junto a Él. El amor del Padre al Hijo es el único amor verdadero y perfecto que existe, es la fuente de todo amor. Nosotros no somos capaces de comprenderlo ni de abarcarlo.
¡Y es así como nos ama Jesús! Con este amor perfecto y total que Él recibe y da, entregándose a nosotros y por nosotros. Jesús también quiere que seamos uno con Él. Comparte con nosotros su vida, su alegría, sus proyectos, su divinidad. Nos pastorea, nos alimenta con su cuerpo y con su sangre, nos perdona, nos sana. Está con nosotros hasta el fin del mundo y hace todo lo que pedimos en su Nombre. Quiere que compartamos su gloria junto al Padre… ¡Y queda tanto por decir!
Sí: somos amados infinitamente con un amor real, poderoso y fiel que Dios nos da por una elección libre, gratuita e irrevocable. Suceda lo que suceda, hagamos lo que hagamos, ¡CREÁMOSLO! Tal como nos pide Jesús, aferrémonos, permanezcamos en este amor que nos inunda, nos rodea, nos penetra y nos convierte en Vivientes. Esto es lo primero y fundamental, todo lo demás viene por añadidura. Permaneciendo en él caminaremos en la luz. No busquemos seguridad en otras cosas ni cambiemos la gloria de este amor por pálidas imitaciones, sucedáneos que nos dejan tristes, estériles, vacíos.
Y la manera de permanecer en el amor del Señor es, como Él mismo nos indica, amando a los demás como Él nos amó, transmitiendo aquello que recibimos. De esta manera nuestro corazón se dilatará, nos asemejaremos a Dios, estaremos en total sintonía con Él y nuestra unión será perfecta. Así seremos plenamente hijos suyos y hermanos de todos. Así nuestra alegría va a ser perfecta: amándonos, sirviéndonos, perdonándonos. Es la alegría del Dios-Amor en nosotros. Éste es nuestro camino, esta nuestra felicidad. No necesitamos más.
Acariciemos este mandato que el Señor nos da, no como un amo sino como un amigo que no tiene secretos con nosotros y que nos muestra con generosidad como debemos orientar nuestra vida para que sea plena y dé fruto abundante. Y como todo viene de Él: el querer y la fuerza para obrar, pidámosle que renueve continuamente en nosotros el don de su Espíritu que nos capacite para vivir en el amor en las circunstancias concretas que nos regala cada día.
Meditación
“No tienes idea de la alegría que te llegará cuando llegues a alcanzar el conocimiento de Dios, o del amor que puedes llegar a sentir para con aquel que primero te amó hasta tal extremo. Y cuando llegues a amarle te convertirás en imitador de su bondad. Y no te maravilles que un hombre pueda ser un imitador de Dios. Puede serlo si Dios quiere. Porque la felicidad no está en dominar tiránicamente al prójimo, ni en querer estar siempre por encima de los más débiles, ni en la riqueza, ni en usar fuerza sobre los inferiores; ni puede nadie imitar a Dios haciendo estas cosas; porque todo esto es ajeno a su grandeza. Pero todo el que toma sobre sí la carga de su prójimo, el que en aquello que es superior está dispuesto a hacer bien a su inferior, todo el que provee a los que tienen necesidad las posesiones que ha recibido de Dios, este es un imitador de Dios.” De la Carta a Diogneto (Siglo II)
Oración
DIOS todopoderoso y eterno, que en la resurrección de Jesucristo nos has renovado para la vida eterna, multiplica en nosotros los frutos del Misterio pascual e infunde en nuestros corazones la fortaleza del alimento de salvación. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén. (Oración después de la Comunión)
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