DOMINGO DE RAMOS – Ciclo B
28 de marzo de 2021
EVANGELIO: Mc 11, 1-10
«Cuando se acercaban a Jerusalén, por Betfagé y Betania, junto al monte de los Olivos, mandó a dos de sus discípulos, diciéndoles: «Id a la aldea de enfrente y, en cuanto entréis, encontraréis un pollino atado, que nadie ha montado todavía. Desatadlo y traedlo. Y si alguien os pregunta por qué lo hacéis, contestadle: “El Señor lo necesita, y lo devolverá pronto”». Fueron y encontraron el pollino en la calle atado a una puerta; y lo soltaron. Algunos de los presentes les preguntaron: «¿Qué hacéis desatando el pollino?». Ellos les contestaron como había dicho Jesús; y se lo permitieron.
Llevaron el pollino, le echaron encima los mantos, y Jesús se montó. Muchos alfombraron el camino con sus mantos, otros con ramas cortadas en el campo. Los que iban delante y detrás, gritaban:
«¡Hosanna!, bendito el que viene en nombre del Señor. Bendito el reino que llega, el de nuestro padre David. ¡Hosanna en las alturas!».»
COMENTARIO A LA PALABRA
Con la celebración en este domingo de la solemne entrada del Señor en Jerusalén, inauguramos, en comunión con toda la Iglesia la celebración anual de los misterios de la Pasión y Resurrección de Jesucristo.
Entrada solemne en la que él mismo se encarga de preparar las cosas. San Mateo en el capítulo 21, 4-5 nos afirma: «Esto ocurrió para que se cumpliese lo que dijo el profeta». Y el profeta Zacarías en el capítulo 9,9 nos dice: «Alégrate, hija de Sión, canta hija de Jerusalén; mira a tu rey que viene a ti justo y victorioso, modesto y cabalgando en un asno, en un pollino de borrica».
La actuación de Jesús es un verdadero acontecimiento profético. Esta vez su auténtico portavoz es el pueblo, un pueblo “poseído por el Espíritu”. Un pueblo que profetiza, es decir, que contempla, interpreta y actúa. Los que alcanzan este conocimiento no son los inteligentes, los superdotados, los genios, sino “el pueblo de la tierra, el hombre de la calle, el simple ser humano”. Porque ese poder de penetración no es una mera capacidad del hombre, sino el Espíritu providente de Dios. En realidad los que mejor pueden recibir este Espíritu son precisamente los “niños de pecho” porque carecen de toda posibilidad de confundir este Espíritu con los méritos del espíritu humano. Esos son los pequeños de los que habla Jesús (Mt 11,25; Mc 10,14).
Echaron encima sus propios mantos a modo de silla de montar. Y Jesús monta en la cabalgadura y se dirige a Jerusalén en medio de un gran alboroto de la gente. De todas partes empiezan a surgir gritos de victoria e himnos de alabanza en honor del “que viene en nombre del Señor”, “del Hijo de David” como adelanto del reino, del rey de la gloria futura. Pero Jesús sigue su marcha, llega a las puertas de la cuidad, se dirige al templo y entra en el santuario. Cuando las autoridades se acercan al Maestro para preguntarle si era consciente de lo que gritaba el gentío, si le parecía bien y estaba de acuerdo con aquella monstruosidad de aclamarle como “Mesías”, Jesús respondió que precisamente por la boca de los niños, de los ingenuos, de los que no significan nada para el mundo, es por donde habla la verdad.
Este es el panorama, cuando Dios viene al encuentro del hombre. Todo parece una locura, una sinrazón tan escandalosa que los que se consideran a si mismos como justos y fieles a la ley empiezan a pensar en un proceso condenatorio.
(cfr Romano Guardini, El Señor. Quinta parte. Los últimos días, pp. 377-383).
MEDITACIÓN:
El rey de los ángeles viene no en carros y con ejército, sino montado en un pobre asnillo, para enseñarte a ti a no ser llevado en caballos y mulos que no tienen entendimiento. Por tanto, cultivemos la humildad con Cristo en nosotros, para subir con él: cantemos himnos con la multitud, exultemos en Betania con Lázaro , resucitemos de las obras muertas, animemos los coros con los habitantes de Sión, clamemos con los ciegos a quienes ha devuelto la vista, alabemos con los niños y los ancianos, prediquemos con sus discípulos, y a ejemplo de los niños extendamos los ramos de olivo en el camino de la vida, mortifiquemos nuestra crasa naturaleza y postrémonos en la vía de la misericordia, que dice: “Yo soy el camino” para que nosotros encontremos la misericordia por él, en la Jerusalén celestial. (San Cirilo de Alejandría).
ORACIÓN:
Acrecienta, Señor, la fe de los que en ti esperan y escucha las plegarias de los que a ti acuden, para que quienes alzamos hoy los ramos en honor de Cristo victorioso, permanezcamos en él dando fruto abundante de buenas obras. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén. (Oración de la procesión de Ramos).
¿Desea escribir un comentario?