AVISO IMPORTANTE
El próximo JUEVES, 8 DE AGOSTO, celebramos la Solemnidad de Nuestro Padre Santo Domingo, fundador de la Orden de Predicadores.
Tendremos la Eucaristía a las 12:00, y después un sencillo refrigerio para celebrar la fraternidad que nos une.
Quedan todos invitados.
Santo Domingode Guzmán…
Nuestra vida dominicana debe ser un fiel reflejo de cómo era N.P.Santo Domingo de Guzmán:
La Beata Cecilia lo describía físicamente así:
«He aquí el retrato de Santo Domingo: de estatura media, cuerpo delgado, semblante hermoso y tirando a rubio, cabellos y barba un poco rubios, ojos bellos. De su frente y entrecejas irradiaba un cierto resplandor, que atraía a todos a la reverencia y amor. Permanecía siempre sonriente y alegre, a no ser que se conmoviera por la compasión hacia cualquier sufrimiento del prójimo. Tenía unas manos largas y hermosas; su voz era potente, bonita y sonora. No fue nunca calvo, sino que tenía íntegra toda la corona del cerquillo, con pocas canas diseminadas…»
(Santo Domingo de Guzmán, BAC nº 490, pág. 683)
Y Fray Constantino de Orvieto hace esta semblanza espiritual de Santo Domingo:
«El venerable Padre y hombre de Dios era de tanta honestidad de costumbres, y tan fervoroso en todo lo que hacía, que nadie que observara detenidamente su vida podía poner en duda que era un vaso de honor y de gracia… En todo demostraba una valiente ecuanimidad, excepto cuando era más fuerte la compasión y la misericordia. Y puesto que un corazón alegre se resalta en el rostro, en su bondad externa, así proyectaba su belleza interior. Y a pesar de que su rostro estaba siempre alumbrado por la claridad de su sonrisa demostrando una conciencia limpia, la luz de su semblante nunca quedaba baldía. Esta cualidad seducía a todos de tal manera que, sin ninguna dificultad, los conquistaba y nada más mirarlo le querían. A la hora de las resoluciones estaba tan atento creyendo siempre que era Dios quien decidía, que apenas una sola vez o nunca rectificó una palabra pronunciada con justa deliberación.
Donde quiera que se encontrase, bien de camino con sus compañeros, bien en la posada… bien con gente importante…, de sus labios brotaban siempre palabras edificantes acompañadas de muchos ejemplos con los que persuadía, a quien le escuchaba, para amar a Cristo y despreciar lo mundano.
El día lo consagraba al prójimo, y la noche a Dios, pues sabía que el Señor desea el día para la misericordia y la noche para la alabanza…
Su corazón no excluía a nadie; y por amar era amado. Hacía suyo el reír con los alegres y el llorar con los tristes. Lo que le hacía verdaderamente encantador era que, actuando siempre con sencillez, sus palabras y gestos nunca eran fingidos, nunca tenían doble intención…»
(Santo Domingo de Guzmán, BAC nº 490, pág. 273-274)
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