DOMINGO XXIX TIEMPO ORDINARIO– CICLO B
20 de Octubre de 2024
EVANGELIO: Mc 10,35-45
En aquel tiempo, se acercaron a Jesús los hijos de Zebedeo, Santiago y Juan, y le dijeron: «Maestro, queremos que nos hagas lo que te vamos a pedir». Les preguntó: «¿Qué queréis que haga por vosotros?». Contestaron: «Concédenos sentarnos en tu gloria uno a tu derecha y otro a tu izquierda». Jesús replicó: «No sabéis lo que pedís, ¿podéis beber el cáliz que yo he de beber, o bautizaros con el bautismo con que yo me voy a bautizar?». Contestaron: «Podemos».
Jesús les dijo: «El cáliz que yo voy a beber lo beberéis, y seréis bautizados con el bautismo con que yo me voy a bautizar, pero el sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo, sino que es para quienes está reservado».
Los otros diez, al oír aquello, se indignaron contra Santiago y Juan. Jesús, llamándolos, les dijo: «Sabéis que los que son reconocidos como jefes de los pueblos los tiranizan, y que los grandes los oprimen. No será así entre vosotros: el que quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor; y el que quiera ser primero, sea esclavo de todos. Porque el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y dar su vida en rescate por muchos».
COMENTARIO A LA PALABRA
En nuestra lectura continuada del Evangelio de San Marcos nos encontramos ya en el capítulo 10. Teniendo en cuenta que consta de 16 capítulos, y que los tres últimos están dedicados a la Pasión y Resurrección de Cristo, nos damos cuenta que las enseñanzas de Jesús ya tienen presente el horizonte de la muerte que se avecina.
En domingos precedentes hemos escuchado a Jesús por dos veces anunciar su pasión a los discípulos, cada una de ellas con una enseñanza auxiliar para ellos: una, que cada uno debemos llevar la cruz tras de él (Mc8, 31-37); la segunda, que el que quiera ser el primero, sea el último de todos y el servidor de todos (Mc 9, 30-35).
En el Evangelio de hoy, Jesús toma ocasión de una petición de los Zebedeos (sentarse uno a la derecha, y otro a la izquierda) para recalcar de nuevo la enseñanza del último lugar y ponerse, una vez más, como modelo de servicio.
Es esta una enseñanza totalmente opuesta a lo que vemos en nuestro mundo, y para Jesús muy importante, pues la repite varias veces y en distintos contextos. Santiago y Juan -y el resto de los discípulos, y nosotros- reconocen en Jesús a alguien con poder, y no quieren perder la oportunidad de estar cerca, para que algo de ese reinado les toque también a ellos. Pero, como en tantas ocasiones, Jesús tiene una respuesta sorprendente: para estar a su lado, hay que beber “el cáliz”, es decir, participar de su suerte, de su destino. Él va por delante, pero “el discípulo no es más que su Maestro”.
Quién más, quién menos, todos tenemos a alguien a quien “mandar”. Y el corazón humano, en cuanto “toca” un “poquito” de poder, se ensoberbece por la naturaleza que tenemos, herida por el pecado. Jesús convierte ese “reinar” en “servir”. La gloria de su reinado está en la cruz, en “dar la vida en rescate por muchos”. Y es la invitación que hoy nos hace: vivir en servicio a los demás, en las cosas pequeñas, sin esperar recompensa. ¿Acaso un esclavo espera una paga, o un agradecimiento?
Cuando experimentemos que Cristo nos ha amado hasta dar su vida por cada uno de nosotros, “cargando con nuestros crímenes” (cf. primera lectura) GRATUITAMENTE, sin ningún merecimiento por nuestra parte, entonces, por el Espíritu que Él mismo nos da, podremos entregarnos a los demás también a fondo perdido. Y solo así reinaremos con Él. ¿Podríamos siquiera imaginar cómo funcionaría el mundo con este sistema? Y en un plano más a nuestro alcance… ¿cómo funcionaría nuestra familia, nuestra comunidad….? Pidamos hoy al Señor que nos dé su espíritu de servicio y entrega.
Meditación
En medio de tanta riqueza, parece que emerge un elemento: la participación en la misión real de Cristo, o sea, el hecho de re-descubrir en uno mismo y en los demás la particular dignidad de nuestra vocación cristiana, que puede definirse como «realeza». Esta dignidad se expresa en la disponibilidad a servir, según el ejemplo de Cristo, que «no ha venido para ser servido, sino para servir». (Mt 20, 28). Si, por consiguiente, a la luz de esta actitud de Cristo se puede verda-deramente «reinar» sólo «sirviendo», a la vez el «servir» exige tal madurez espiritual que es necesario definirla como el «reinar». Para poder servir digna y eficazmente a los otros, hay que saber dominarse, es necesario poseer las virtudes que hacen posible tal dominio.
(San Juan Pablo II, Encíclica Redemptor hominis, n. 21)
Oración
Alimentados con el pan de la mesa celestial
te suplicamos, Señor y Dios nuestro,
que este alimento de la caridad
nos fortalezca para servirte en los hermanos.
Por Jesucristo, nuestro Señor. AMEN
(Oración después de la comunión Semana XXII)
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