DOMINGO XXVI TIEMPO ORDINARIO – CICLO B
29 de Septiembre de 2024
EVANGELIO: Mc 9, 38-43.45.47-48
En aquel tiempo, Juan dijo a Jesús: «Maestro, hemos visto a uno que echaba demonios en tu nombre, y se lo hemos querido impedir, porque no viene con nosotros». Jesús respondió: «No se lo impidáis, porque quien hace un milagro en mi nombre no puede luego hablar mal de mí. El que no está contra nosotros está a favor nuestro.
Y el que os dé a beber un vaso de agua porque sois de Cristo, en verdad os digo que no se quedará sin recompensa.
El que escandalice a uno de estos pequeñuelos que creen, más le valdría que le encajasen en el cuello una piedra de molino y lo echasen al mar.
Si tu mano te induce a pecar, córtatela: más te vale entrar manco en la vida, que ir con las dos manos a la “gehenna”, al fuego que no se apaga. Y, si tu pie te induce a pecar, córtatelo: más te vale entrar cojo en la vida, que ser echado con los dos pies a la “gehenna”.
Y, si tu ojo te induce a pecar, sácatelo: más te vale entrar tuerto en el reino de Dios, que ser echado con los dos ojos a la “gehenna”, donde el gusano no muere y el fuego no se apaga».
COMENTARIO A LA PALABRA
Todos los domingos de este año litúrgico (ciclo B) proclamamos el evangelio según san Marcos. El relato de este evangelista empieza con el Bautismo de Jesús. A partir de entonces hemos seguido los pasos del Maestro en su ministerio terreno. Fuimos testigos de los comienzos en Galilea, la llamada de sus primeros discípulos, sus viajes, milagros de todo tipo: curaciones, exorcismos, resurrecciones, multiplicación de panes… Y escuchamos sus enseñanzas en medio de grandes multitudes.
Pero después de un largo recorrido (unos tres años aproximadamente), Jesús empieza una nueva etapa, la decisiva y final de su camino. Hace dos domingos escuchamos la clara confesión de fe en él como Mesías e Hijo de Dios que arranca de labios de Pedro, el cual habla en representación de todos sus seguidores. Desde entonces decide dirigirse a Jerusalén donde morirá y resucitará, dará su vida en rescate por todos, según manifiesta con toda claridad. El que quiera seguirle debe tomar su propia cruz e ir tras Él. En este contexto y después de bajar del monte de la transfiguración donde se presenta como el nuevo Legislador y Profeta, se dedica con mayor intensidad a la instrucción de sus discípulos.
Así, hoy nos encontramos donde nos dejó el relato del domingo pasado: en la intimidad del hogar, alrededor del Maestro. Habla para nosotros, los suyos. Después de vivir tantas cosas con él, incluidas varias pruebas, seguimos firmemente decididos a su lado. Otros quedaron atrás. Le amamos y seguimos sus huellas juntos, formando una comunidad.
Con sus enseñanzas, Jesús quiere transmitirnos no solo conocimientos, reglas, mandatos. Él quiere transmitirnos sus sentimientos, su forma de vivir, de ver el mundo, su Espíritu. Hoy nos transmite su grandeza de alma y corazón que a nadie excluye por muy diferente que sea; en todos ve un potencial hermano y colaborador. Nos transmite su mirada agradecida a la que no se le escapa ni un vaso de agua. Su exquisita delicadeza que cuida como algo precioso al pequeño, evitando a toda costa que tropiece. Nos invita a amar al Señor sobre todas las cosas y a pedir el don del temor de Dios: cualquier cosa antes que apartarnos de Él, antes que perder su gracia y amistad. Servicio, apertura, acogida, cuidado, radicalidad… Todas estas enseñanzas Jesús las resume en los versículos siguientes (no recogidos en la versión litúrgica) con la invitación a ser fieles a nuestra esencia, a nuestra vocación y misión: ser sal desde la unidad, paz y concordia.
Que la palabra del Señor sea luz para nuestros pasos y haga de nosotros luz del mundo.
MEDITACIÓN
“La gran libertad de Dios al donarse a nosotros constituye un desafío y una exhortación a modificar nuestras actitudes y nuestras relaciones. Es la invitación que nos dirige Jesús hoy. Él nos llama a no pensar según las categorías de «amigo/enemigo», «nosotros/ellos», «quien está dentro/quien está fuera», «mío/tuyo», sino para ir más allá, a abrir el corazón para poder reconocer su presencia y la acción de Dios también en ambientes insólitos e imprevisibles y en personas que forman parte de nuestro círculo. Se trata de estar atentos más a la autenticidad del bien, de lo bonito y de lo verdadero que es realizado, que no al nombre y a la procedencia de quien lo cumple. Y —como nos sugiere la parte restante del Evangelio de hoy —en vez de juzgar a los demás, debemos examinarnos a nosotros mismos, y «cortar» sin compromisos todo lo que puede escandalizar a las personas más débiles en la fe. Que la Virgen María, modelo de dócil acogida de las sorpresas de Dios, nos ayude a reconocer los signos de la presencia del Señor en medio de nosotros, descubriéndolo allá donde Él se manifieste, también en las situaciones más impensables y raras. Que nos enseñe a amar nuestra comunidad sin envidias y clausuras, siempre abiertos al amplio horizonte de la acción del Espíritu Santo.” (Papa Francisco. Ángelus del 30 de septiembre de 2018)
ORACIÓN
“Señor, enséñame tus caminos,
instrúyeme en tus sendas:
haz que camine con lealtad;
enséñame, porque tú eres mi Dios y Salvador,
y todo el día te estoy esperando.”
(Sal 25, 4-5)
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