DOMINGO II DE CUARESMA – CICLO C
16 de marzo de 2025
EVANGELIO: Lc 2,1-11
“En aquel tiempo, tomó Jesús a Pedro, a Juan y a Santiago y subió a lo alto del monte para orar. Y, mientras oraba, el aspecto de su rostro cambió y sus vestidos brillaban de resplandor. De repente, dos hombres conversaban con él: eran Moisés y Elías, que, apareciendo con gloria, hablaban de su éxodo, que él iba a consumar en Jerusalén. Pedro y sus compañeros se caían de sueño, pero se espabilaron y vieron su gloria y a los dos hombres que estaban con él. Mientras estos se alejaban de él, dijo Pedro a Jesús: «Maestro, ¡qué bueno es que estemos aquí! Haremos tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías» No sabía lo que decía. Todavía estaba diciendo esto, cuando llegó una nube que los cubrió con su sombra. Se llenaron de temor al entrar en la nube. Y una voz desde la nube decía: «Este es mi Hijo, el Elegido, escuchadlo». Después de oírse la voz, se encontró Jesús solo. Ellos guardaron silencio y, por aquellos días, no contaron a nadie nada de lo que habían visto”.
COMENTARIO A LA PALABRA
Estamos celebrando el segundo domingo de Cuaresma. Hoy somos llamados a subir con Jesús al Monte para contemplar su rostro glorioso.
La transfiguración del Señor es un anticipo de lo que vamos a vivir en el domingo de Resurrección, pero antes tenemos que caminar con Cristo hasta el Calvario.
El relato de la transfiguración, en este tiempo cuaresmal, nos fortalece y nos da esperanza para seguir a Jesús, hasta la Pascua; porque la Luz Divina que irradia en todo el mundo es el propio Cristo. Él es la Luz que nos ilumina, nos saca de las tinieblas del pecado y nos conduce a la vida eterna, al Reino que Dios nos tiene preparado, porque fuimos comprados con el precio de la sangre de su Hijo Amado Jesucristo. No lo olvidemos. Este es el sentido de la transfiguración: saber que el Señor está presente en nuestras vidas, camina con nosotros y nos guía con el resplandor de su Luz.
Vivimos con Él y para Él, como dice el Apóstol en la 2ª lectura: “Somos ciudadano del Cielo, de donde aguardamos un Salvador: el Señor Jesucristo. También el propio Jesús nos dirá más adelante en el relato de la Pasión: “Mi reino no es de este mundo”. Por lo tanto, nuestra patria es la Jerusalén celeste.
La Iglesia Católica al comienzo de la Cuaresma, nos ha dado tres armas para que podamos luchar contra las fuerzas del mal: la oración, el ayuno y la limosna.
En el evangelio de este domingo San Lucas resalta la importancia de la oración: “Jesús tomó a Pedro, a Juan y a Santiago y subió a lo alto del monte para orar”. Hemos visto que Jesús se relacionaba con el Padre a través de la oración y de la escucha; principalmente en los momentos más difíciles de su vida, oraba y escuchaba la voz del Padre.
A ejemplo de Jesús, somos invitados a vivir con espíritu de oración, buscando la voluntad de Dios, lo que Él quiere para cada uno de nosotros.
Pidamos a Dios la gracia de poder escuchar su Palabra, como Él mismo nos pide hoy diciendo: “Este es mi Hijo, el Elegido, escuchadlo”.
El Señor nos acompañe y nos sostenga en el camino Cuaresmal, para que podamos celebrar con alegría y gozo la gloriosa resurrección de nuestro Señor Jesucristo. AMÉN.
MEDITACIÓN
“Podemos preguntarnos: ¿Cómo son los hombres y mujeres «transfigurados»? La respuesta es muy hermosa: Son los que siguen a Cristo en su vida y en su muerte, se inspiran en Él y se dejan inundar por la gracia que Él nos da; son aquéllos cuyo alimento es cumplir la voluntad del Padre; los que se dejan llevar por el Espíritu; los que nada anteponen al Reino de Cristo; los que aman a los demás hasta derramar su sangre por ellos; los que están dispuestos a darlo todo sin exigir nada a cambio; los que -en pocas palabras- viven amando y mueren perdonando”. (Papa Francisco)
ORACIÓN
Que Dios tenga piedad y nos bendiga, ilumine su rostro sobre nosotros; conozca la tierra tus caminos, todos los pueblos tu salvación.
Oh Dios que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben.
(Sal. 66,2-4)
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