VI DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO-CICLO C-
16 de Febrero de 2025
EVANGELIO: Lc 6,17. 20-26
Después de bajar con ellos, se paró en una llanura con un grupo grande de discípulos y una gran muchedumbre del pueblo, procedente de toda Judea, de Jerusalén y de la costa de Tiro y de Sidón. Él, levantando los ojos hacia sus discípulos, les decía: «Bienaventurados los pobres, porque vuestro es el reino de Dios. Bienaventurados los que ahora tenéis hambre, porque quedaréis saciados. Bienaventurados los que ahora lloráis, porque reiréis. Bienaventurados vosotros cuando os odien los hombres, y os excluyan, y os insulten y proscriban vuestro nombre como infame, por causa del Hijo del hombre. Alegraos ese día y saltad de gozo, porque vuestra recompensa será grande en el cielo. Eso es lo que hacían vuestros padres con los profetas. Pero ¡ay de vosotros, los ricos, porque ya habéis recibido vuestro consuelo!¡Ay de los que ahora reís, porque haréis duelo y lloraréis! ¡Ay si todo el mundo habla bien de vosotros! Eso es lo que vuestros padres hacían con los falsos profetas.
COMENTARIO A LA PALABRA
Dios puso en el corazón del hombre el deseo de felicidad, y así lo quiere. Él nos ha enviado a su Hijo para indicarnos el camino de la felicidad plena y eterna que es el propio Cristo. Jesucristo es el Camino, la Verdad y la Vida (Jn 14, 6). Por medio de él somos llamados a vivir en estado de gracia y de amistad con Dios: Esto es vivir el espíritu de las bienaventuranzas.
Las bienaventuranzas apuntan a lo que Dios espera de nosotros, son actitudes fundamentales para que tomemos en serio el plan salvífico, para que se realicen los designios del amor de Dios en nosotros. Son claves para vivir bien la vida.
Además, ellas nos dicen cómo es Jesús y nosotros somos llamados a seguirlo. Ser bienaventurados consiste en estar unido a Jesucristo, pues ser discípulo supone seguir el camino de Jesús para conformarnos con él.
San Lucas nos presenta cuatro “bienaventuranzas que dibujan el rostro de Jesucristo y describen su caridad” (Catecismo de la Iglesia Católica, 1717); y, paradójicamente, cuatro lamentaciones de los que no tienen a Cristo como fundamento y vida.
Vivir el espíritu de las bienaventuranzas es vivir en clave de esperanza, poniendo nuestra vida en las manos de Dios con total y absoluta confianza (espiritualidad de los pobres de Yahvé), pues solamente Él puede llevarnos a la plenitud y darnos respuestas.
Bienaventurados seremos si vivimos sobre la roca firme que es Cristo, y si de hecho nos fiamos de su palabra, como podemos constatar en toda la liturgia de hoy.
San Lucas nos muestra cómo nos está enseñando Jesús el camino de la felicidad, de la armonía y de la paz. Jesús quiere alcanzar el corazón del hombre y ofrecer una respuesta que solo él puede dar. Se trata de una propuesta de vida nueva, y distinta de la que el mundo nos ofrece.
Que el Espíritu Santo nos ayude a conocer más a Cristo y a profundizar en su conocimiento. ¡Acerquémonos confiados al trono de la gracia, que es Cristo, para alcanzar misericordia y auxilio! (Hb 4,16)
MEDITACIÓN
“Cristo es personalmente la clave necesaria para interpretar sus bienaventuranzas. Son ellas un autorretrato fidelísimo de su corazón ante el Padre y ante los hombres”. (Papa Francisco, sobre las bienaventuranzas)
ORACIÓN
La ley del Señor es perfecta
y es descanso del alma;
el precepto del Señor es fiel
e instruye a los ignorantes.
Los mandatos del Señor son rectos
y alegran el corazón;
la norma del Señor es límpida
y da luz a los ojos.
El temor del Señor es puro
y eternamente estable;
los mandamientos del Señor son verdaderos
y enteramente justos.
(Salmo 18)
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