DOMINGO DE RAMOS EN LA PASIÓN DEL SEÑOR
CICLO C
13 de abril de 2025
EVANGELIO: Lc 22, 14-23,56
“Cuando llegó la hora, se sentó a la mesa y los apóstoles con él y les dijo: «Ardientemente he deseado comer esta Pascua con vosotros, antes de padecer, porque os digo que ya no la volveré a comer hasta que se cumpla en el reino de Dios». (…)
Porque el Hijo del hombre se va, según lo establecido; pero ¡ay de aquel hombre por quien es entregado!». (…)
Era ya como la hora sexta, y vinieron las tinieblas sobre toda la tierra, hasta la hora nona, porque se oscureció el sol. El velo del templo se rasgó por medio. Y Jesús, clamando con voz potente, dijo: «Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu». Y, dicho esto, expiró. El centurión, al ver lo ocurrido, daba gloria a Dios diciendo: «Realmente, este hombre era justo».
COMENTARIO A LA PALABRA
Hoy celebramos el Domingo de Ramos, en el que recordamos la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén y también el sufrimiento que padeció: su Pasión, crucifixión y muerte. La liturgia de hoy nos introduce en la Semana Santa, en que seguiremos a Jesús en sus últimos momentos de vida en la tierra.
La Pasión que se proclama una vez más, es digna de ser contemplada y apreciada por nosotros con los ojos de la fe y con la certeza en el corazón: todo lo acontecido fue por AMOR. Recordar la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo es llevar dentro de nosotros el gran amor de Dios por toda la humanidad, la prueba de que Dios nos ama (Rm5, 8). Pero es mucho más que un recuerdo. Pues cada vez que se celebra la Eucaristía se actualiza el sacrificio de Jesús en la cruz.
Jesús siempre habló abiertamente (Jn 18, 20), durante su vida proclamó el Reino de Dios, su Padre. Por ello fue causa de discusión por parte de los doctores de la ley y de las autoridades de la época: “Tendamos lazos al justo que nos fastidia, se enfrenta a nuestro modo de obrar, nos echa en cara faltas contra la ley y nos culpa de falta contra nuestra educación. Se gloría de tener el conocimiento de Dios y se llama a sí mismo hijo del Señor. Lleva una vida distinta de todas, sus caminos son extraños” (Sb 2, 12-13. 15).
Jesús vino a los suyos ”manso y modesto y cabalgando sobre un pollino” y muchos no lo recibieron: con ello vimos un amor rechazado, despreciado por la humanidad.
Corramos, adentrémonos en los sentimientos de Cristo y aprendamos de él (manso y humilde) la mansedumbre, su silencio: frente a todos los que le maltrataban, no abre la boca (Is 50, 4-7). Hoy más que nunca somos llamados a vivir las actitudes de Jesús en su Pasión: expresión suprema del amor de Dios. Un amor entregado hasta el extremo, hasta la cruz. “Se humilló a sí mismo, obedeciendo hasta la muerte, y una muerte de cruz” (Flp 2,8). Jesús nos deja el ejemplo de entrega, de humildad, de anonadamiento para que sigamos sus huellas (cf 1Pe 2, 21-24) y seamos libres reconociéndole como el “verdadero Hijo de Dios”, que vino para nuestra salvación.
La Pasión de Jesucristo es un reflejo de lo que es la vida. Pero la última Palabra de Dios no es la muerte, sino la gloria del Padre: la resurrección, obra por excelencia de su poder.
Que el Espíritu Santo nos conduzca a lo más íntimo de Jesucristo y nos ayude a redescubrir la grandeza de amor de Dios manifestado en su Hijo Jesucristo. Aún más: a redescubrir la grandeza de nuestra fe.
MEDITACIÓN
“Oh Sabiduría eterna, reflejo de la gloria e impronta del ser del Padre (Hb 1, 3) ,que creaste todas las cosas de la nada, que descendiste a este valle de miserias para llevar al hombre a los gozos del paraíso y con tu dulcísima presencia le enseñaste el camino para volver a ti, y como satisfacción del pecado de todos nosotros quisiste ser inmolado como inocente Cordero ante el Padre, abre por tu preciosa muerte mi corazón, para que pueda mirarte siempre con los ojos de una fe pura como al Rey de los reyes y Señor de los señores (Ap 19, 16)”. (Del Opúsculo sobre el amor del beato Enrique Seuze, presbítero dominico)
ORACIÓN
“En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno, por Cristo Señor nuestro. Porque se acercan los días de su pasión salvadora y de su resurrección gloriosa; en ellos se actualiza su triunfo sobre la soberbia del antiguo enemigo y celebramos el misterio de nuestra redención”. (Prefacio II de la Pasión del Señor)
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